lunes, 24 de septiembre de 2012

Al pie del asador

Cumpleaños y Cacerolas



Regreso tras dos meses largos de ausencia, no se pretenda  que la facha del club de los amores vaya a cambiar en tan poco tiempo. Nomás los arreglos del caso, retoques a la marchanta en el estadiun de las bochas, pintura fresquita en la Biblioteca Popular Aurora y, obvio, el salón de ceremonias engalanado con lo mejor pa la fiesta del 80 aniversario, el pasado domingo 16 de setiembre.
Comemoración espetacular que arrancó bien temprano, bandera rojinegra al tope del mástil, trapo nuevito donado por Sedería y Tapicería  Dorossian,  un lujo, y tras cartón, acto solemne y presentación de la nueva CD, que la verdad del decir, es la misma de antes a esección de  don Baldomero Fuentes, renunciante a sus funciones desde que la hija lo internó en un geriátrico dos meses atrás. Igualito el resto, el Negro Maldonado en la Secretaría y don Leopoldo Sastre en la Presidencia, ninguno le hizo asco al discurso, el primero con cierre y balance de la pasada gestión que cosechó bostezos, y el segundo más peor, como imitando el vocablo entreverado del doctor Salvatierra pero sin la contundencia de sus citas clásicas.
Lo mejor vino al mediodía, habilitado el salón pal almuerzo aniversario a precios populares. Entrada de canapeces multigusto pa embadurnar la zapán del más pintado y macarrones pimentosos para urticariar la lengua, obra eselsa de la Divina Colombres, mismo que las empanadas criollas y las ensaladas a discreción, mientras su dorima púa, el Rengo Marinelli, yugaba en el patio pa darle coción a dos costillares de luxe que desde hora temprana destilaban su colesterolenia clavados a las crucetas del asador.
Como siempre ocurre en estos casos, lo más interesante sabe estar en los corrillos, allí donde cuatro se juntan, damas o caballeros, y salta el chamuyo libre de ataduras y vergüenzas. De todo rejunte, ninguno iguala al que se planta junto al fuego sagrado donde el humo grasuliento se pega a las pituitarias, justo donde la muchachada consetudinaria del bar buffé se dio cita como rezándole a la santa carne, faroles de vermú en mano y lengua piola pa amenizar la espera con temario obligado por las circunstancia: el caceroleo que tres días atrás venía de amuchar a los quejosos porteños.
Dos meses de ausencia, ya se dijo, había dar alguna explicación. ¿En viaje de negocios?, nadies me creyó. ¿Retiro espiritual con el Raviyancar?, menos. Escribiendo por otros güines, puede ser. Pero el Ruso Urbansky me apuntó pa la joda: me parece haberlo vistó caceroleando en Recoleta, ¿era usté?
Faltaba más. Puede sospecharse de otros pero nunca de este escriba. De la vieja Colombati, seguro, que si no estuvo, miró el caceroleo con cariño, porque la odio, la odio, sabe hablar de la Presidenta, soberbia, repelente, cómo la odio, ojalá se muera como el marido. Del Petiso Bermudez, el farmacéutico, es posible, porque lo asaltaron dos veces en lo que va del año y son los negros de la villa, acusó de prima, los que la yegua le da los planes, casas, no laburan y después salen a afanar. De don Fernando Garganta, póngale la firma porque está abonado veinticuatro horas al TN mientras atiende el bar de la estación y está convencido que esto es una dictadura castrista pero con K, según reza desde la mañana cuando sirve los cafés con leche al mostrador y al paso de la mersa laburante, y más peor que se pone cuando le chantan la cadena nacional. Hasta de Carlitos Mercier, peronista de Perón según se intitula, puntero de intendentes y saltarín de charcos según por donde venga la mano, puede sospecharse siendo que ve corrución a granel y pa colmo no liga un mango. Pero de este escriba, no sospeche nadies.
Argumentos para hacer dulce, de uno sólo conozco que batió la justa de su espíritu quejoso y no le hizo asco. Inseguridá, corrución, falta de libertá, minga, chantó ayer don Ramiro Stierra, gestor de automotores y consumado putañero, usté se piensa que la clase media porteña saldría con tanta bronca por ese menudeo, si ya hubo antes varias convocatorias que no juntaron más de quinientos. No se equivoque, la bronca porteña tiene nombre y apellido: Verde Billete. Y eso es lo que me jode a mí también, me confesó, pasa que pa serle justo, me da un poco de vergüenza salir a la calle gritando eso, quiero dólares, quiero dólares.
Bautizado desde el pasado viernes primera cacerola teflonera fulgurense, don Ramiro es un asiduo colector de la divisa verde, oficio del que no reniega y al que tributa una admiración de raigambre histórica y familiar. Según es sabido, ya su abuelo, hacia principios del siglo veinte, alquirió su primer billete americano de diez dólares por la venta de un anillo oro. Lo hizo enmarcar y en formato de cuadro adornó una pared del comedor, de ahí que todos los Sterra que le siguieron cultivaron una fe religiosa por aquella estampa del Wáyinton inmortal. Cierto que las pasaron todas, tiempos buenos con sobrante pal ahorro y, de los malos, a cagar. Conocieron el peso fuerte, la moneda nacional, el peso ley, el argentino, el austral, el peso de hoy, se diplomaron en el quita y ponga de los ceros, patinaron sobre tablitas cambiarias, plazos fijos, indesaciones, mazazos inflacionarios, y a la final  descularon no sin cierta dosis de lógico entendimiento que aquel verde billete enmarcado en la pared del comedor les seguía regalando alguna certeza.
Y así que de historias se llena la espera, mejor cuando se aguanta al pie del fogón y pal caso, viendo dorarse los güesos de la canonizada ternera bien que engrampada a las cruces. Don Ramiro es hijo dileto del gran cagazo nacional y hay que entenderlo, aseguró de una el Ruso Urbanky según cachaba una puntita seca de la costilla vacuna, a riesgo de quemarse una uña.
Cuestión de fe, manyó el Cabezón Lagomarsino, campeón bochófilo que viene de ganarle con baile a la dupla del Social Gallego, no es fácil cambiar la mentalidá, yo también tengo algún ahorrito en dólares.
Carraspera del doctor Salvatierra, sesenta años de faso, vaso de tinto en la derecha, cuchillo de noble acero pal asado en la zurda con un cuadradito de matambre al ajillo en la punta, introito con que el Rengo Marinelli ya convidaba a los gomías. Si se me permite, caballeros, no hay peor facista que el pequeño burgués julepeado, se esplayó a manera de prógolo pa una tesis dotoral. La  mediun clase sufre de taquicardia congénita a causa de una osesión de parto. Su ojetivo es elevarse, hace culto de la envidia y, al platudo en serio,  le imita el porte y las maneras. Sueña con llegar a la garca cima algún día. De mientras, mira pa abajo y lo que ve, le espanta. Si la distancia es lunga, se queda tranquilo, siempre habrá más pobres que él y están lejos. Para un mediun clase, no hay pobre mejor ni más bueno que aquel que suda en el yugo y acepta su condición humilde, o al fin, el pobre muerto bien muerto por hambre o disentería, de quien se apiadará católicamente. Buenos pobres, aunque sienta rechazo por esa cultura un tanto estrepitosa, chabacana y vocinglera. Pero cuando esa distancia que lo separa hacia abajo, se achica, porque las políticas de estado apuntan en beneficio de los más desposeídos, al mediun clase le viene el cagazo padre, si se me permite la soez espresión, cagazo regio de que en la escala de la mishiadura quede él en la base miserable de la atroz pirámide, explicó haciendo malabares en la boca con el sustrato durañón del matambre vacuno.
Estenso raconto, nadies le iba a discutir sin fundamentos y menos con la boca entretenida en el picoteo al ajillo. Empresario automotriz, estaba el Negro Gutiérrez, titular de la gomería del Camino de Cintura, representante firme de la pequeña burguesía en juicio.  Pa mi, la vida es una yanta cascoteada en el cordón de la vedera, dijo a la manera de un poeta, pero la pifió enseguida, lo único que me preocupa es que al costillar le está pegando demasiado calor, Marinelli, bajá la llama o subí la cruz.  
Esultante aparición de Marito, el pibe de la Cámpora, coca-ferné en la mano. Los que estaban protestando son los mismos que les fue bien todos estos años, que no pagan los impuestos pero veranean en Pinamar, Punta de Este y el Caribe, sacudió, mas una sarta de boludos que se la creen, que de esos hay a montones. ¿Cómo va el asador?
Silencio sepurcral, miradas clavadas en el ojetivo gastronómico que crujía tentador al calor de la augusta fogata, sin contar el paradisíaco espetáculo que brindaban los chorizos en la parrilla aljunta tendida sobre el hierático manto de las brasas.   
La garganta seca de Mercier le puso corte a la ceremonia: igual hay malestar, no se puede desconocer, y un llamado de atención a las fuerzas de la oposición.
Tráiganlén un vaso de tinto, lo interrumpió el Rengo a cargo del cárnico misal, mientras le apuntaba a la intercostal vacuna con el estilete asador. El problema de la oposición es que no puede batir la justa, es decir, como decía don Ramiro, quién se anima a salir a la calle cantando quiero dólares, quiero dólares, no jodamos, muchachos, el resto es disfraz. La porteñada salió a la calle cuando le encanutaron los ahorros, y ahora por los dólares, esa es la única verdad.
Doce del mediodía y seguía la conversa. Doce y media, silencio meditante. ¿cuánto falta?
Eso ya está, se va a secar, aconsejó por tercera vez el Ruso Urbansky del otro lado de la fogata. Mejor que se calle, le apuntó el Rengo, sabrás de vareñiques pero de asado ni jota. Lo que se te a secar son los  ojos si seguís arrimando la trucha al fuego.
Digo yo, si se me permite, razonó el dotor Salvatierra, ¿cuántos dólares mueve el chiquitaje? ¿No habría alguna forma de alministrar más prolijamente la cuestión, sintonía fina que le dicen? Que garpen más los gordos, los que compran y venden acciones, los trásfugas de la bolsa, de la timba, pero achicarle el pánico al chiquitaje, habría que esplicarlo mejor.
Se está poniendo gorila, doctor, saltó Marito iso facto. Ni así, joven camporista, replicó el boga, ducho en la tribuna y la oratoria, son preguntas que me hago nomás. O se está con la señora o se está en contra, siguió el pibe. No sea cabeza dura, sacudió el doctor, opino desde el apoyo y la solidaridá.
No nos peliemos delante del sagrado fuego, suplicó el Rengo Marinelli, como acariciando con las palabras el osario dorado de la ternera. Vayan preparando la dentadura, aportó el Negro Gutiérrez, y a todo esto, ¿a dónde se fue Lagomarsino?
Rajó apenas dijo que tenía ahorrito en dólares, no fuera cosa que Marito lo acusara de traición y le mandara la Afip pa control de ingresos, provocó  Mercier pa que saltara el Pibe. No seas boludo, el que le tiene miedo a la fip, por algo es, gil. Boluda tu hermana y gil tu tío, pendejo, siguió Mercier y a la verdá del decir, con alguna copa de más. La cosa venía espesa y pa suerte de todos se apareció la Divina Colombres, molumento a la lujuria con los pechos como cañones saliéndole por arriba del delantal cocinero. ¿Cuánto falta? Más de uno ya se afiló hasta los caninos pa entrarle a los guesos y usted hablando pavadas. ¡No se estarán comiendo lo mejor, digo?
Sonrisas de todos menos del Rengo. Diez minutos y arrancamos, aseguró.
Como digo siempre, si se me permite, aseguró el doctor Salvatierra mientras le hacía al primer bocado para prueba de sabor, lo mejor de estos tiempos es que se discute la política con pasión, señal de que vamos por buen camino. ¿Qué sería de nosotros al vesre?      
Final a toda orquesta, servida la primera tanda de chorizos, el poeta fulgurense Germán Costakis recitó su afamada Oda a la Ternera. Canilla libre de néctar mendocino y postre tarantela de la Divina Colombres, un manjar de rechupete, de cuánto costó la festichola a las arcas del glorioso, don Leopoldo ni quiso hablar. Está todo arreglado por donativos desinteresados, esplicó, ochenta pirulos de esistencia, no es cosa de pijotear. Brindis al toque y feliz cumpleaños.