jueves, 19 de mayo de 2016

Tercer Semestre



Falta apenas un mes para arribar al segundo semestre del año y, como es de esperar, una suerte de expectativa en parte mesurada al tiempo que no exenta de natural optimismo riega con savia benefactora piel y huesos de quienes habitamos este bendito suelo.  Con todo, la idea de un “tercer semestre” anunciada tiempo atrás por nuestro Presidente ha generado una confluencia de interpretaciones de muy diversa índole, en general atribuidas a un involuntario yerro retórico de su parte que, puesta en boca de presuntuosos críticos y más feroces opositores, demostrarían rasgos de una personalidad menguada y proclive a desajuste conceptuales francamente hilarantes. Sin embargo, no pocos estudiosos allegados al entorno presidencial admiten que la supuesta errata no sería tal sino que, por el contrario, de la misma podría inferirse una proposición cuya hondura no sería mensurable para el observador común.
En este sentido, días pasados tuve oportunidad de conversar con mi entrañable amigo, el filósofo holandés  Diederick Van Der Hoorn, hoy radicado en Villa Ortúzar, quien en uno de sus inspirados silogismos me expuso su juicio por demás temerario: “los griegos viven de ajuste en ajuste desde hace años (premisa mayor), los argentinos no son griegos (premisa menor), ergo, los argentinos no viven de ajuste año tras año, de modo que el tercer semestre será gozoso y fecundo”.
El hecho de que un erudito como el doctor Van Der Hoorn se refiriera llanamente al “tercer semestre” me produjo un arresto de extrañeza que naturalmente no le pasó desapercibido, razón por la cual, sin aguardar inquisitoria de mi parte, pasó a recomendarme la lectura de la tesis recientemente esbozada por su colega y discípulo, el semiólogo correntino Pedro Urutaú Valdez, intitulada “Tercer Semestre: cataratas de felicidad”.
 La originalidad liminar del estudio parte de ubicar en un nuevo contexto el uso presidencial del término “semestre” al tiempo que trazar argumentos sólidos para rebatir la vigencia y legalidad del calendario gregoriano. En este sentido, nos remite al calendario tzolkin maya y mesoamericano que se apoya en un sistema vigesimal (a base 20) donde cada unidad temporal se expresa en múltiplo de 20 según su posición de derecha a izquierda en el número, lo cual representa 18 unidades por 20, es decir, 360 días. En consecuencia,  el tercer semestre abarcaría aproximadamente sesenta días previos al 26 de diciembre del calendario gregoriano, habida cuenta que los últimos cinco días del año llamados “uayeb” eran fechados por los mayas aunque excluidos de los registros cronológicos.
Según se desprende de al menos tres entrevistas realizadas por Pedro Urutaú Valdez con el actual Jefe de Gabinete, Marcos Peña, el ingeniero Macri sería un estudioso de las culturas mesoamericanas con las cuales tomó contacto a partir de sus recurrentes viajes a Centroamérica, particularmente a Panamá e Islas Vírgenes. La referencia realizada por nuestro mandatario respecto del tercer semestre, inequívocamente nos remite a un nuevo ordenamiento cronológico maya que ubicaría al día 25 de octubre como fecha inaugural de lo que el citado semiólogo denomina “Era Nacional de la Felicidad”, la cual sería precedida de un decreto presidencial que estaría en estudio y para lo cual habrían sido convocados personalidades de la cultura como Luis Pagani, Héctor Magnetto, Aldo Roggio y Alfredo Coto.
Vaya esta advertencia, pues, para todos mis compatriotas que con entusiasta paciencia aguardan el 1° de julio para dar rienda suelta a la dicha y el jubileo, a conciencia de que unos pocos días más de renovados esfuerzos no harán mella en el espíritu afable y regio que gobierna nuestro entender.   

domingo, 15 de mayo de 2016

Sinceramiento



Debo sincerarme. Siento que emerge en mi país una gigantesca marea colectiva que reclama un profundo y acaso fundacional sinceramiento. Lo percibo en mi trabajo, en mi hogar, en las calles que transito, y al paso avizoro un presente de contagiosa e indisimulable alegría de cara a la entrega espiritual que significa el reencuentro con uno mismo, el autoconocimiento a partir del cual dejamos de ser quienes creíamos ser para abordarnos en tanto y cuanto nunca debimos dejar de ser, confuso axioma que el notable filósofo holandés Diederick Van Der Hoorn, hoy radicado en Villa Ortúzar, resume con coloquial expresión: “si siempre vacacionaste en Mar del Plata, ¿por qué molestar en Pinamar o Cancún?”
Necesito sincerarme y sumarme junto a millones de argentinos a la convocatoria que esta hora exige. En primer lugar, manifestando mi reconocimiento hacia tantos compatriotas que ya han emprendido el desafío, que hoy abrazan con fervoroso entusiasmo  las nuevas facturas de luz y gas, que asumen gallardamente cada litro de remozada nafta en las estaciones de servicio, que irrumpen con sonoros vítores en carnicerías, verdulerías o supermercados, todo a sabiendas de que la fiesta gozada en década pasada hoy debe costearse con patriótico desinterés para que nuestra Argentina acometa cual águila guerrera un segundo semestre pletórico de frutos y bendiciones. Saludo al duro albañil que troca el auto modesto de ayer por su histórica bicicleta, al humilde beneficiario del plan social que rehúye del churrasco en beneficio del magro aunque no menos saludable plato de fideos; en suma, a los trabajadores, oficinistas, hombres y mujeres del salario que vuelven a degustar la aventura sinigual que supone el arribar al fin de mes sorteando obstáculos que imaginaba concluidos y retemplando en el andar la dureza de espíritu que nos hará grandes.
De igual manera, no dejo de celebrar la entereza con la que nuestros empresarios acometen la ingrata necesidad de desprenderse de su valioso personal arriesgando en ello su estabilidad emocional, tan necesaria en estas instancias; no dejo de congratularme frente al ingente esfuerzo de nuestros hombres de campo, banqueros e inversores que ayer se vieron obligados por execrables políticas de estado a poner a salvo sus bienes en lejanas fronteras y evadir ignominiosos impuestos, hoy abiertos en liberal y piadosa voluntad para acrecer nuevamente y derramar en nuestro generoso suelo su abundancia.
En suma, saludo y me adhiero a la bravura de este sinceramiento económico y social al que nos convoca nuestro Presidente, este regresar a las fuentes, allí donde cada uno ocupe su espacio sin herir al otro, donde la humildad espiritual y más aún la material, sea un bien preciado, base ineludible de la unión nacional y la grandeza de la Patria.