Cuando el gran Ismael Celentano,
fundador e ispirador del glorioso, ya listo su sobretodo de madera, se dio a
reunir amigos y seguidores alderredor de la agonía, nomás lo animaba la
necesidá de trasmitirles sus más íntimas conviciones. Según cuenta el Ruso
Urbansky, testigo ocular y auditivo, sus postreras palabras fueron
almonitorias: coraje, muchachos, mientras haiga nasta, funca la máquina y sigue
la historia.
Nunciado motivo de académicos debates,
siempre estuvo claro que la referencia al hidrocarburo era una metásfora de las tantas que calzaban
en una sesera prodigiosa como la del gran Celentano. Hoy, el aserto alquiere
machaza atualidad: sin nasta ni gas estamos al horno y aquí nadies se hace el otario.
La recuperación de la nastera vernácula yenó de júbilo a la masa societaria
fulgurense.
Abierta la iscrición, un fangote
de anotados, en mionca de “Fletes La Veloz” puesto gratarola por Ruben Casas, le encaramos al mitin de Vélez junto doctor
Salvatierra con más treintena de adictos nacionales y populares, descontando al
pibe Marito y al Oreja que se apuntaron en las previas pa estar en primera fila
con la muchachada de la Cámpora. Y detalles al margen, no fue cosa facilonga hacerse
un lugar en la tribuna. ¿Y ustedes quienes son?, nos inquirió un acomodador en
la puerta. Faltaba más, tener que dar garantía de lustre y renombre. La masa
rojinegra se mandó como jauría de hinchada fulbolera y antroden, lugar premiun
en una ochava, a cantarle a Gardel.
Claro que más difícil que abrirse
paso es patear la yeca a la vera del doctor Salvatierra. Erudito de la ciencia
humana, de gusto sobrio y esquisito, mordaz y sarcástico, más agrio que limón
esprimido, que se sepa, nada le surte fetén y a todo le chanta un pero. Que una
bandera le tapaba la visual, que el tronar del bombo le daba la migraña, que el
humo de los choripanes le cogestionaba la napia, ya en las previas del discurso
presidencial estuvo al toque de los trompis por quejoso, pero más por esa manía
de cuestionar y poner dudas donde no caben, es decir, bien que en medio de los
fanas.
Para
las tres de la tarde, la posición del boga en la tribuna de adictos se había complicado,
como quien dice, visto que a la espresión de una señora entrada en carnes, que
fue que dijo medio a los gritos que esto es lo más lindo que hay en el mundo,
refiriéndose a la espetacular concentración kirrnerista, el tordo echó mano a
sus conocimientos filosóficos y sacudió citas de un tal Kan y un libro de
Crítica del Juicio, medio como chantándole que a la verdá, lo estético
no se puede medir, señora, le dijo, si me permite, no puede haber ninguna regla
de gusto ojetiva que determine por concectos lo que sea bello, puesto que todo
juicio de esta fuente es estético, es decir, que su motivo determinante es el sentimiento
del sujeto y no un concecto del ojeto, testuales palabras.
La cosa se le puso más complicada. La señora lo miró como preguntándole si
la estaba tomando pal fideo, y más peor se
puso cuando intervino el hijo de la doña, un animal como de dos metros,
músculos pa levantar bolsa de cemento por dos, que mirándolo fijo a Salvatierra
inquirió a la vieja como al pasar: ¿algún problema, mamá?
Visto que el tordo no achicaba y amagaba con un driblin de discurso,
quien suscribe no me iba a quedar viendo el amasijo, y menos acabar ligándola
también. Así que, borratina, no lo conozco, enfilé tribuna abajo silbando un
tanguito, mismo allí donde la masa parecía más tranqui. Y en eso estaba,
batiendo disculpas por la molestia, cuando sentí una mano como de plomo que me
agarraba del cogote y una voz que me decía ¿Cacho, sos vos? Y era nomás. Lo
manyé de entrada, más viejo, claro, flaco y lungo, los bigotes con rulito y la
famosa cicatriz en la zurda de la caripela. ¿El Chango Rearte? El mismo. ¿Qué
hacés acá?, pregunta de opa. ¿Y qué esperabas, verme tomando el té en el yóquey
clu?, me sacudió.
Varón de alcurnia petrolera, quien sepa de algún pozo o perforación que
el Chango Rearte no haya conocido, que lo apunte en el libro de los faltantes. Era
un mocoso cuando allá por el 60 entró de operario en la destilería Ensenada de
la YPF, entonces la más grande de Sudamérica. Plena dictadura de Onganía, el
pibe ya era un esperto en las cuestiones de la industria y a más, con bautismo sindical
durante la gran huelga petrolera del 68. Dos meses de paro, muerto el fóforo
del crakin catalítico, siete mil obreros anduvieron a tiros, piñas y molotós
con los cosacos que ocuparon Berisso y Ensenada, épica jornada que fue el
preludio de las luchas que pintarían los 70. A la final de la huelga, el Chango
Rearte se anotó en cuanta espedición se le plantara. De norte a sur anduvo
domando válvulas, afilando brocas y taladros, sanando malacates y balancines de
bombeo, desde Salta hasta el estremo sur, sajando caminos, montando
campamentos, fundando pueblos, organizando sindicatos y poblando el sur, eso
también, porque a la verdá, cuántos hijos hizo allí por dónde anduvo, nadies
sabe.
Así que así, el Chango Rearte en Vélez, sonrisa petrolera, felicidá
enorme, me surtió abrazo pa la asficia. Que alegría, Cachito, mirá que a la
señora Cristina la he puteado antes por haberle bancado el negocio a los
gallegos, por socia que fue del latrocinio, pero así es la política, hermano, y
hoy hay que hacerle el aguante, ¿no te parece?
Y sí. ¿Qué podía retrucarle?
Jubilete ahora, toda su esistencia teñida de carbón, cocinado su pellejo
en grasas y aceites, en heladas, nevazones
y calderas, también el alma o lo que sea le ha de navegar al garete en
un océano de negras olas encrespadas, uno imagina, que loca jugarreta del
destino, a la mejor edad lo mancó a metros del disco el sopapo privatizador, le
dieron el raje por pipiolo, justo a él, al Chango Rearte, varón parido en
charcos de fueloil. Festejá, Chango, le dije, y vi de que los ojos se le
empañaron de lágrima tiznada. Me junó bien y me chantó al oído: en las venas me
clavaron una bombilla, me chuparon sangre gasolera, Cachito. ¿Y qué? Sigo vivo
y vuelvo a nacer.
Espetacular paisaje, lo dejé al Chango Rearte hablando solo y me puse a
difrutar del entorno velezano. Multitú fenomenal. Banderas pa hacer dulce. Piberío
que no se ha visto desde tiempo anteliduviano, mocosos entusiasmados por la
política. Si esto me lo contaban cinco años atrás, seguro me cagaba de risa,
escuché de pronto a la espalda. Cincuentón pasado de moda, cuatro pelos en la
mollera y así con todo, colita de caballo a la espalda, remera con estrella roja
y era el Profe Gatica, viejo perreté, oservador entusiasta pero crítico, me
aclaró, hasta aquí me arrimé por curiosidá antropológica, más claro que una
tesis de Levi Estraus, Cachito, ¿pensás que va a durar esto?, ¿qué será eso de
la sintonía fina?
Pero la cosa no daba para el analis. La Presi en el escenario. Griterío
desbordante. Película de Costurica, allá arriba chamuyaba la señora de negro y
ajoba se emocionaba una flaca de San Justo hasta el llanto que no era joda,
allá en el esenario se calaban las jetas de varios goberna que se miraban
asortos y ajoba una banduca de pibas gritaban amor por Cristina. De cotalete,
se quejaba un trompa: falta justicialismo. ¿Dónde está el Pejota y la Cegeté? Y
ahí nomás, como pegado al dicho, un cocalero repartía la gasiosa a módico
precio y aljunto al vaso, combo de osequio, papelito con la letra completa de
la Marcha Peronista. Sale como pan caliente, me aseguró, los pibes la quieren
aprender completa.
Lo calé de lejos al Gordo Carrasco, titular del Sportivo La Estrella,
tradicional rival bochófilo y jurado enemigo en la liga del fulbo infantil,
almacenero ayer y supermercadista ahora. Me le fui por la espalda y lo cacé
desprevenido. ¿Dónde escondiste los paquetes de yerba, gordo trásfuga?, le
solté pa dormirlo de una. Regaló risa samporlina: no acuséis en vano, varón, en
el asunto tallan las cadenas grosas. Me va bien con el kirrnerismo y
apoyo. ¿Y si mañana se complica? Ahí
volvemo a parolar, me sacudió.
La burguesía no garantiza un joraca, la voz del Profe Gatica que venía
como siguiéndome, los proletarios parecen aristocracia obrera y los movimientos
sociales son la vanguardia revolucionaria en el capitalismo global.
¿Socialismo? Nooo, nacionalismo popular, que en estos tiempos es mucho,
Cachito, no le des más vuelta.
Seguía la Presi con su discurso y uno que trataba de escuchar pero no lo
dejaban. Martita Saraví me amuró contra el alambrado. ¿No eras radical vos?, le
apunté al riñón. Si, pero vine a acompañar a la nena que se me hizo de la JP,
me batió como disculpándose, está tan entusiasmada y a los hijos hay que ver en
qué andan, Cachito, mirala como disfruta de la fiesta. Y sí, remera de la JP y vaqueros
calzados como con engrudo, la piba saltaba descosida y que soy soldado del pingüino,
cantaba, cosa que era pa poner nervioso al más púa. Cómo creció la piba, me
salió del alma. Pero si es una nena, viejo marañón, me salió al ruedo don Ramón
Num, la voz romántica de la FM Futuro, 94.5 del dial con suerte y viento del
este en Villa Ortúzar, ahora de movilero radial. Hago la crónica del amor en la
barricada política para la audición Pasional, me esplicó, mecho historias
verídicas con música joven, un poco de Nino Bravo, de Aznavur, Julio Iglesias y
Javier Solís, récor de audiencia, Cachito, ¿la escuchaste?
A rajar. A escuchar a la Presi, pero no. Trapos de todos los colores:
entre blanco, negro y celeste, las rojas con la hoz y el martillo. Es parte de
la revolución democrático burguesa, se me arrimó el Pelado Domínguez, está
claro que este es un gobierno en disputa y si hay que tragarse algún sapo,
mejor echarle sal y pimienta. El kirrnerismo será revolucionario o no será,
concluyó, estamo en una autopista, Cachito, y si se queda la renoleta, te
llevan puesto, ¿entendés?
Clarito como el agua clara, los veteranos de la Bernalesa se me vinieron
al humo. No escuches sanata vieja, me trinó al Pájaro Saldías, esta es la
incubadora peronista del nuevo movimiento histórico, resumen de la mejor
tradición nacional, popular y latinoamericana. Cristino a muerte, Cachito. Y
ahí nomás, como saltando a la yugular, se me apareció la Negra Martínez, remera
celeste con estampado Sabatella: kirrnerista sí pero faquir nunca, vidrio no
comemos, estar con Sioli y los tránsfuga
del conurbano es como acostarse en colchón de clavos.
Final a toda orquesta. Bandera rojas, banderas negras, cantaba el roker Indio
Solari. Hay de adactarse, me susurró a la oreja don Estanislao Frías, del
Fortín Gaucho Amanecer Criollo, si zampamos una zamba o un tango cadenero, no
sapa naranja, dale con el rock y la puta madre que los parió. Tranqui, don
Estanislao, ¿no lo vio al dotor Salvatierra por ahí? Pero el paisano ya se iba
como arrastrado por el torrente juvenil de la Cámpora y pidiendo a gritos
salvavidas de corcho. En la ambulancia, lo llevaban pal nosocomio, le alcancé a
escuchar .
Dicho y hecho. Suerte que me le escapé a tiempo, ya lo dije, difícil
andar a la vera del tordo. A lo que se ve, un ojo en compota y labio hinchado,
como si le hubieran calzado botox. ¿A
quién se le ocurre decir que
discurso lavado y soso el de la Presidenta, que menos consistente que
Anaxágoras y los presocráticos, justo en medio de una hinchada barrial de
Soldati. ¿A quién se le puede dar por recitar
a Epicuro de Samos y las diferencias sustanciales entre el hedonismo y la ataraxia
bien que en el cuore de la torcida camporista de Berazategui? Pero así es el
doctor Salvatierra y hay que manyarlo como viene.
Silencio
auditoriun en la mesa consetudinaria del bar buffe. El Rengo Marinelli amenazó
de entrada con un convite de champán celebratorio por lo de YPF pero la Divina
Colombres le sacó punta al lápiz, hizo cuentas y lo convenció de que no,
conformensén con lo de siempre y a cargo del consumidor, aclaró, la banquina
está refalosa y no da pa tirar manteca al techo. El Ruso Urbansky trocó vermú
por mate cocido, que a la final le va a salir más caro que el olmúgler onderroc
que encaró el Cabezón Lagomarsino como siempre. O la criolla infusión se le
subió al cerebelo o la astinencia vermucera
le pegó en el ansiolítico, cuestión es que el veterano, lo que nunca,
está como agresivo. Al mitin lo vi por la tele, porque la vieja de mierda no me
dejó ir, dice y se refiere a la jermu, que mucho tiempo parado, que me podía
patinar el bobo, que la presión, y yo como un vichenzo le hago caso, un día de
estos cazo la mandolina y me voy con otra orquesta. En la gomería siempre hay
lugarcito para un varón en el esilio, ofrece el Negro Gutiérrez.
Callado
hasta aquí, el doctor Salvatierra muestra con orgullo sus heridas de guerra. Es
parte del debate político, no guarda rencor sino al vesre, que ha sido como
volver a vivir, como en tiempos de
estudiantina docta, esplica, si se me permite, cuando al virulento incienso de
la asamblea, el arte del trompis y el puntapié jalonaba y ponía moño a la
convicción idiológica. Tiempos idos que han de volver, egregio comedor estudiantil platense donde se
apuraba el alimento antes de la batahola de bandejas de acero, celebérrimas
aulas pletóricas de enjundiosa oratoria a puño cerrado y corrida presta.
Silencio
sepurcral. El Rengo Marinelli apunta la hora. Lástima no haber ido al mitin,
dice, yo lo hubiera defendido al doctor, que será cargoso, no lo niego, pero un
amigo es un amigo. No era pa dejarlo en banda hablando eso de los griegos.
Carga
su culpa el hombre, quien suscribe. Y se va a dormir.