Era esperable. A tres años del corchazo, en medio de índices
pa atrás, impuestazos, inflación y
escandaletes varios en el mejor equipo de los últimos 50 años, el fiscal tenía
que resucitar sí o sí. Así que el Juez Julián Ercolini puso la bocha al pie: al
quía lo mataron. Y el dobolu de Lagomarsino (que no debe ser ningún boludo), fue
partícipe nesario. Puso la pistola, o lo que es decir, puso la jeta ya que el
fierro estaba a su nombre. Y más todavía, de seguro fueron dos lunfas los
asesinos, aunque pudieron ser tres o cuatro, sin contar al diariero de la
esquina, el que pasó en la zanellita a las 11, la minusa que le hizo ojitos a
un custodia y los custodias mismos, otros cuatro pelotudos que, casualidá, no
se apiolaron que al ñorse lo estaban vacunando. Bajo sospecha quedan los
peritos forenses de la Suprema Corte por haber dictaminado todo lo contrario
que los peritos de la Gendarmería de Pato Bullrich, o sea, como quince súper
pelotudos incapaces que ya deberían haber presentada las renuncias. Ni hablar
de la jueza Palmagini y aquella fiscal regordeta con ganas de jubilarse, dos
pipiolas de cuarta que no vieron lo que había que ver. Y obvio, también la
administración y consorcio del edificio, giles de estopa porque, camaritas por
todos lados, algunas funcaban y otras no, ficharon a todos los que entraban y
salían menos a los asesinos.
O sea, hay sospechosos y pelotudos como para hacer dulce.
Pero eso no importa. Lo del comando iraní-venezolano denunciado por Lilita hace
agua, porque vinieron en buque bus pero no vinieron. La pista del Hombre Araña
o de Batman, que pudieron trepar por las paredes sin ser vistos y rajar de
igual manera, no está de moda. Por ahí, pintaría joya apuntarle a una pista
mapuche, dos o tres vagos medio jipis, que bajaron de un Vía Bariloche
procedente de Neuquén y fueron derechito a Puerto Madero con la intermediación
de un chamán que los hizo invisibles y como de plástico derretido, cosa de
manducarse al fiscal, acomodarle la jeta contra la puerta del ñoba y rajarse
por una ranura, o por las cañerías, porque ahí de seguro que no hay cámaras. O
por qué no, rastrear la pista feminista, tan de moda en estos días, desculando
el accionar de una brigada de enemigas del falo, visto y considerando que el
fiscal era alto consumidor prostibulario y por ende enemigo jurado de la causa.
Con todo, pal señor juez, una cosa está clara: hay varios
millones de pelotudos que están dispuestos a creer que a Natalio lo mandó a
matar Cristina. Y esto, aunque no pueda probar un joraca, aunque téngase que
inventar un fenomenal cuento cachivache. Entonces, ¿por qué negarle a la gilada
una satisfacción y aunque más no sea, chantarle una preventiva a la yegua?
Claro que endefrente, habemos otros millones de pelotudos
que estamos convencidos de que Natalio, depresivo y cagón, se clavó el corchazo.
Y pal caso, nomás sentido común. La denuncia con que amenazaba era más trucha
que un Rólex paraguayo, los gomías como Stiuso lo habían dejado solo y encima,
en Diputados, los kirrneristas lo iban a hacer moco con denuncias de biyuya mal
habida y hasta fotos de putañero finoli. Pero esto tampoco importa al señor
juez, claro.
Acá lo importante es que para siempre, o al menos por unos
años, la duda quede boyando al garete, que estean los boludos de un lado y del
otro, y así, cada tanto, como en una película de zombis, el fiambre resucite,
sino en cuerpo, al menos en gráfica, audio y video, que al decir de la verdad,
es la verdad verdadera, o la realidad paralela o la certeza incierta.
Eso sí, sepa el señor juez, doctor Julián Ercolini, que no
se salva de la categorización aquí establecida: pa los mandamases y dueños de
la gran torta, él también es un pelotudo. Y de entre tanta mersa giluna,
destáquese por despabilada y rápida, candidata al monumento, a la javie de Natalio,
doña Sara Garfunkel, la única rana en toda esta menesunda, quien, todavía tibio
el fiambre, antes que se apiolaran los burócratas, rajó de partusa por varias sucursales bancarias,
vació las cajas de seguridad que tenía el nene y se hizo de buena parte de la
mosca, no fuera cosa que la ex viniera a reclamar esa parte de la herencia.