No ha sido un año sencillo, es cierto. No pocos son los lectores
que en estos meses me hacen llegar sus preocupaciones, cuando no temores en
parte justificados, respecto de lo pueda sobrevenir en el país de tal suerte
que vaya a afectarlos, lo cual, debo advertirles, suponen inquietudes que
juzgaría mezquinas habida cuenta de que el afán por satisfacer requerimientos básicos de cada quien, no puede anteponerse al
bien común, al desarrollo pleno del conjunto.
De cualquier manera, en todos los casos, vengo reafirmando
la necesidad de encarar la nueva etapa histórica abierta el pasado año con fe y
optimismo, con voluntad y coraje, entendiendo antes que nada y por repetido que
suene, de dónde venimos, qué país encontramos y a dónde es posible llevarlo.
Sobrado ejemplo nos dan nuestro empresarios, banqueros y hombres de campo,
quienes al igual que aquellas damas mendocinas que entregaron sus joyas y
miriñaques para sufragar los gastos del ejército sanmartiniano, hoy viene repatriando
sus haciendas de lejanos paraísos, resignando parte de sus merecidas utilidades
a buen puerto llevadas, o posicionando a sus más diestros gerentes en la cosa
pública en desmedro de sus negocios particulares. Cómo no contemplar el
optimismo de pequeños empresarios y comerciantes, antes pródigos en su labor,
soportando en este año con entereza la merma de su producido, el horizonte de
quiebra y la posibilidad abierta de reconversión pero siempre con la sonrisa a
flor de labios y el gesto sensible de los bienaventurados. O la profunda
vocación de nuestros avezados técnicos, investigadores y científicos que asumen
lo improductivo de su oficio, ya predispuestos a encarar con matemática
precisión los siempre indispensable servicios de remisería, fletería, o venta
ambulante. Y así de corrido, a lo largo y ancho de nuestra geografía, la
desprendida entrega de muchos asalariados, siempre atentos a satisfacer la
necesidad de sus empleadores, muy a pesar de que sus ingresos se le hayan
tornado escasos, incluso predispuestos a enfrentar con beneplácito el despido o
la suspensión, piedras angulares que les permitirán aventurarse en el ancho y
fértil mundo de la reinserción laboral para
abonar así la simiente de la argenta riqueza.
Ahora bien, es cierto que aún subsisten sectores
minoritarios de la población empeñados en difundir el pesimismo y la
desesperanza, ya sea por influencia de las ideas populistas, por haber sido sostenidos
en el pasado con prebendas injustificadas o por constituir fuerzas sociales
regresivas que el gran maestro sanjuanino, Domingo Faustino Sarmiento,
identificó con claridad meridiana, como elementos fundamentales de la Barbarie.
Y es que de esto se trata en el dilema de la hora, CIVILIZACIÓN O BARBARIE,
disyuntiva que nos convoca a dejar de lado apetencias personales para repensar
y construir el destino de la Nación toda.
Fueron ayer caudillejos provincianos, indiadas brutales,
malones que asolaban pueblos y colonias amparados en la supuesta propiedad
ancestral de tierras que jamás laboraron. Son hoy sus herederos quienes claman
por derechos y reclaman su “desierto” desconociendo el concepto primordial de
la propiedad privada, se envisten de ignotos “movimientos sociales” para
promover cortes de rutas, ocupan nuestras calles con sus mantas de nefandos
mercachifles, pretenden imponer una cultura facilista que desprecia los derechos
del otro, y hasta se agrupan en supuestas cooperativas o formaciones económicas
improductivas que nada tienen que ver con la creación de bienes y servicios que
una sociedad moderna reclama. En la gran mayoría de los casos, basta con
atender a los rasgos fisonómicos y estudios antropométricos de los aludidos,
para comprender de dónde vienen.
Al respecto, el filósofo holandés hoy radicado en Villa
Ortúzar, Diederick Van Der Hoorn, a
quien suelo citar en mis escritos, en su reciente opúsculo “El indio que lleváis
adentro”, señala con precisión las raíces
fundamentales de nuestro atraso moral y espiritual cuando manifiesta que “la genética aymará-guaraní-araucana aún
inficiona el cuerpo social argentino y se profundiza por las corrientes
migratorias provenientes de países vecinos” y advierte que “experiencias
socializantes como las emprendidas en Jujuy por la dirigente coya Milagro Sala,
así como la proliferación de consorcios verduleros bolivianos y formaciones
comunitarias paraguayas en las grandes ciudades, sumado a la más reciente penetración de culturas supermercadistas
orientales y mercantiles del África Negra, constituyen un serio factor de
riesgo para el habitante urbano”.
Por otra parte, el reconocido ensayista tilcareño, Anastasio
Efraín Gutiérrez, autor de la
recientemente editada “Biografia Autorizada del Comandante Gerardo Morales”,
más allá de vindicar la obra civilizatoria del gobernador jujeño, no escatima
críticas hacia aquellas corrientes del pensamiento “liberal-gramsciano”, según define,
cuando afirma que “está históricamente demostrado que la riqueza no alcanza
para todos tanto como que todo sobrante social requiere ser extirpado, principio
básico de una sociedad democrática, de tal suerte que la cosmovisión
igualitarista que hizo pie durante los últimos años, no está en la naturaleza sumisa y dócil de
nuestros pueblos originarios y por tanto debe ser combatida sin eufemismos y
con el rigor necesario a fin de reencauzar la felicidad de la familia jujeña”.
Por lo demás, agrega en sus conclusiones: “aquellos que por sus limitaciones
naturales no puedan incorporar las ventajas de la modernidad por la
comprensión, deberán hacerlo por a través de la palmatoria pedagógica,
herramienta cuya eficacia correctiva y disciplinaria queda fuera de toda
discusión”.
Afortunadamente, las reservas morales de la Argentina
Civilizada superan con creces a las hediondas deyecciónes de la Barbarie. Contamos
con un pueblo generoso que hoy felizmente vacaciona en Pinamar, en los bellos
pinares de nuestra costa atlántica o allende las fronteras, en Maldonado y La
Mansa, en las tierras cariocas o en el cálido Caribe, con un pueblo laborioso
que disfruta en las más bulliciosas arenas marplatenses o en las bellas serranías
cordobesas, con gentes más humildes, cierto que tentadas al uso indiscriminado y
canallesco del aire acondicionado, que apoyan sin vacilaciones el proyecto
emprendido por el superior gobierno, concientes de que algún día, antes que
tarde, habrán de gozar los beneficios de ahorros dolarizados, cuentas off shore
e inversiones financieras de la más variada índole en tanto y cuanto no se
reiteren populismos perimidos.
Sembremos optimismo. Ese es el mandato de nuestro presente.
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