domingo, 2 de agosto de 2015

El Palomo Furlán



A prosópito de las más que blandengues sanatas con que los candidatos 2015 se farolean para morfetearse el voto de la mersa, incluyendo panquequeos idiológicos de muestra, tema obligado en la mesa consetudinaria del bar buffe, es nesario  no caer en la trampa, ovio, tanto como alvertir que a la verdá del decir, aquí nadies inventó la pólvora. Recordatorio que viene a cuenta, se apila a la memoria del doctor Salvatierra, la engregia y estrambótica figura de quien fuera el gran torcedor fulgurence de cuitas, el célebre Casimiro “El Palomo” Furlán.

Hijo dileto de una humilde familia criolla, cuenta la historia de que desde muy purrete se dio la biaba con gomina y brillantina de la berreta, cosa que debió cementarle la azotea  impidiéndole la respiración natural de los poros craniales, no ostante lo cual, se apelechó a la galería de los ases del bolazo y si no llegó a campionar en eso, le anduvo cerca.

Da fe el Ruso Urbansky, mientras le hace al Gancia con la busarda vacía, que con catorce pirulines recién cumplidos, repetidor repetido del 5° grado en la Escuela 24, el Palomo Furlán supo poner en duda la tabla de multiplicar del cinco, afirmando pal caso que 5 por 8 no le daban 40 ni de cerca, sino 38 postas a contar con los dedos de atrás pa adelante. Ya asomado a un nuevo aplazo con que lo iba a condecorar la señorita Ema, reculó y confirmó que él jamás había afirmado semejante disparate y que 5 por 8 eran Las Cuarenta, igual que el estraordinario tango de Grela y Gorrindo.

Mesa surtida hoy con notables ingredientes, reconquistado el derecho a escabiar en el bar buffé después que la Comisión Diretiva diera por nulas la atuaciones promovidas por la Comisión de Buenas Costumbres, el Negro Gutiérrez memora lo suyo: el varón tenía un poder de convición asoluto. A los veintidós, le propuso casorio a la Petisa Villalba mientras que le noviaba en serio  a la Turca Mohamed y cada tanto le tiraba unos petardos a la hija de los Marrone. Y eso que era fiero de jeta. Lo que tenía, sí, era una labia surtida pa engayolar  a cualquiera.

La esistencia del Palomo Furlán pinta jalonada por notables proezas chapuceras. Cierto que nunca vendió un buzón del correo, pero superó con creces la patraña cuando comercializó con ésito inigualable el Jarabe Doctor Wolfan, un preparado nausabundo que atajaba el refrío con el primer estornudo. Allá por los 60, intitulándose Delegado Especial de Juan Domingo Perón en el esilio, supo traficar cargos en un futuro gobierno justicialista, nomás que el general volviera a la Patria, lo que no se tardaría más que uno o dos años, y así que por módica suma en efetivo contante, acomodó al Conejo  Di Giácomo en el Ministerio de Salú, visto que era enfermero; a Julito Brun, carpintero y recitador campero oriental, en la Embajada en Montevideo; a las hermanas Pierini, que cantaban el Ave María en las misas de la Santa Margarita, en el Coro Estable del Teatro Colón, y así de corrido, quien no tuvo un cargo rentado en el próximo gobierno que estaba al llegar, fue porque no le alcanzaban las rupias pa costear la inversión.

Claro que no todo fue cuestión de guita. Y es que el Palomo Furlán se montó a la ilusión que forjó de sí mismo, desdeñando muchas veces, recompensa en metálico posta. Toda afirmación chantada con sólidos argumentos tuvo su negación sostenida con machaza enjundia y a su autoría se le atribuye la másima esistencial “Para cualquier macaneo, siempre hay una oreja abierta”. Igual que el ingeniero Mauri, hoy candidato a Presi, aunque con mucha menor recompensa, también el Palomo, durante sus años mozos, se surtió del estado con un módico sueldo de maestranza, no ostante lo cual, jamás se privó de criticar, según costa en su célebre “Epifanía chanta”, el triste espetáculo de quienes, como yo, maman de la teta pública sin merecerlo”.

Para el Cabezón Lagomarsino, el varón fue un gomía de fierro, por más que, a la hora de saludarse, lo más mejor fuera desconfiarle un simple al “buen día”, atajarse los bolsillos por las dudas y nunca discutirle al dope, cosa de evitar su perorata espesa como dulceleche. Pero desprendido cuando tenía, generoso pa darse al prójimo, a más de uno salvó de la malaria en tiempos bravos.

Con todo, el Palomo nunca quiso dedicarse a la política. Su amor a la patria, solía decir, le impedía chambonear a la gilada y al pobrerío, confiado al tiempo de que algún día, el apiole universal sentaría de culo a la pitucada platuda y la repartija de caudales se haría ley a los biandazos.       

De yiro por el ispa entero, visto que aquí o allá se lo acreditaba antes que tarde por cuentero, hizo gala de una oratoria sustanciosa en conferencias magistrales sobre las más diversas temáticas, a saber, entre las destacadas, “Legado estraterrestre en la cultura tehuelche”, “La verdá oculta de la vacuna antivariólica”, “Validación magnética del cerro Uritorco”, “Aportes de la civilización sumeria a la farmacología moderna” y la reconocida tesis antropológica nunca publicada que supo intitular “Del Oso Yogui al Homo Sapiens”.

Acaso por esa manera de ser, Casimiro El Palomo Furlán apenas conoció el amor en cuenta gotas. La Petisa Villalba se quedó empilchando santos a la espera de que el hombre la llevara hasta el altar. Asegún el Rengo Marinelli, costa en el Guines de los recors las veces que el farabute ofertó casorio y siempre se desdijo, incluyendo a la Divina Colombres, que lo caló de prima antes que la arrempujara al colchón, eso dice, aunque tampoco es pa creerle.

A la final de sus días, la parca lo alcanzó en la estepa patagónica endemientras buscaba los güesos  del antepasado anteliduviano, el “homo furlán”, que asegún sus estudios biométricos, calzaba 48 en ojotas como todos los Furlán que se conocieran. Socio activo del glorioso desde purrete, campión imbatible en los torneos de truco entre los años 69 y 72, la mesa consetudinaria del bar buffé le rinde homenaje y brindis cada vez la sanata se hace carne en la cosa pública.

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