A prosópito de las más que
blandengues sanatas con que los candidatos 2015 se farolean para morfetearse el
voto de la mersa, incluyendo panquequeos idiológicos de muestra, tema obligado
en la mesa consetudinaria del bar buffe, es nesario no caer en la trampa, ovio, tanto como
alvertir que a la verdá del decir, aquí nadies inventó la pólvora. Recordatorio
que viene a cuenta, se apila a la memoria del doctor Salvatierra, la engregia y
estrambótica figura de quien fuera el gran torcedor fulgurence de cuitas, el
célebre Casimiro “El Palomo” Furlán.
Hijo dileto de una humilde
familia criolla, cuenta la historia de que desde muy purrete se dio la biaba con
gomina y brillantina de la berreta, cosa que debió cementarle la azotea impidiéndole la respiración natural de los
poros craniales, no ostante lo cual, se apelechó a la galería de los ases del
bolazo y si no llegó a campionar en eso, le anduvo cerca.
Da fe el Ruso Urbansky, mientras
le hace al Gancia con la busarda vacía, que con catorce pirulines recién
cumplidos, repetidor repetido del 5° grado en la Escuela 24, el Palomo Furlán
supo poner en duda la tabla de multiplicar del cinco, afirmando pal caso que 5
por 8 no le daban 40 ni de cerca, sino 38 postas a contar con los dedos de
atrás pa adelante. Ya asomado a un nuevo aplazo con que lo iba a condecorar la
señorita Ema, reculó y confirmó que él jamás había afirmado semejante disparate
y que 5 por 8 eran Las Cuarenta, igual que el estraordinario tango de Grela y
Gorrindo.
Mesa surtida hoy con notables
ingredientes, reconquistado el derecho a escabiar en el bar buffé después que
la Comisión Diretiva diera por nulas la atuaciones promovidas por la Comisión
de Buenas Costumbres, el Negro Gutiérrez memora lo suyo: el varón tenía un
poder de convición asoluto. A los veintidós, le propuso casorio a la Petisa
Villalba mientras que le noviaba en serio
a la Turca Mohamed y cada tanto le tiraba unos petardos a la hija de los
Marrone. Y eso que era fiero de jeta. Lo que tenía, sí, era una labia surtida
pa engayolar a cualquiera.
La esistencia del Palomo Furlán
pinta jalonada por notables proezas chapuceras. Cierto que nunca vendió un
buzón del correo, pero superó con creces la patraña cuando comercializó con ésito
inigualable el Jarabe Doctor Wolfan, un preparado nausabundo que atajaba el refrío
con el primer estornudo. Allá por los 60, intitulándose Delegado Especial de
Juan Domingo Perón en el esilio, supo traficar cargos en un futuro gobierno
justicialista, nomás que el general volviera a la Patria, lo que no se tardaría
más que uno o dos años, y así que por módica suma en efetivo contante, acomodó
al Conejo Di Giácomo en el Ministerio de
Salú, visto que era enfermero; a Julito Brun, carpintero y recitador campero
oriental, en la Embajada en Montevideo; a las hermanas Pierini, que cantaban el
Ave María en las misas de la Santa Margarita, en el Coro Estable del Teatro
Colón, y así de corrido, quien no tuvo un cargo rentado en el próximo gobierno
que estaba al llegar, fue porque no le alcanzaban las rupias pa costear la
inversión.
Claro que no todo fue cuestión de
guita. Y es que el Palomo Furlán se montó a la ilusión que forjó de sí mismo, desdeñando
muchas veces, recompensa en metálico posta. Toda afirmación chantada con
sólidos argumentos tuvo su negación sostenida con machaza enjundia y a su
autoría se le atribuye la másima esistencial “Para cualquier macaneo, siempre
hay una oreja abierta”. Igual que el ingeniero Mauri, hoy candidato a Presi, aunque
con mucha menor recompensa, también el Palomo, durante sus años mozos, se
surtió del estado con un módico sueldo de maestranza, no ostante lo cual, jamás
se privó de criticar, según costa en su célebre “Epifanía chanta”, el triste
espetáculo de quienes, como yo, maman de la teta pública sin merecerlo”.
Para el Cabezón Lagomarsino, el
varón fue un gomía de fierro, por más que, a la hora de saludarse, lo más mejor
fuera desconfiarle un simple al “buen día”, atajarse los bolsillos por las
dudas y nunca discutirle al dope, cosa de evitar su perorata espesa como
dulceleche. Pero desprendido cuando tenía, generoso pa darse al prójimo, a más
de uno salvó de la malaria en tiempos bravos.
Con todo, el Palomo nunca quiso
dedicarse a la política. Su amor a la patria, solía decir, le impedía
chambonear a la gilada y al pobrerío, confiado al tiempo de que algún día, el
apiole universal sentaría de culo a la pitucada platuda y la repartija de
caudales se haría ley a los biandazos.
De yiro por el ispa entero, visto
que aquí o allá se lo acreditaba antes que tarde por cuentero, hizo gala de una
oratoria sustanciosa en conferencias magistrales sobre las más diversas
temáticas, a saber, entre las destacadas, “Legado estraterrestre en la cultura
tehuelche”, “La verdá oculta de la vacuna antivariólica”, “Validación magnética
del cerro Uritorco”, “Aportes de la civilización sumeria a la farmacología
moderna” y la reconocida tesis antropológica nunca publicada que supo intitular
“Del Oso Yogui al Homo Sapiens”.
Acaso por esa manera de ser, Casimiro
El Palomo Furlán apenas conoció el amor en cuenta gotas. La Petisa Villalba se
quedó empilchando santos a la espera de que el hombre la llevara hasta el
altar. Asegún el Rengo Marinelli, costa en el Guines de los recors las veces
que el farabute ofertó casorio y siempre se desdijo, incluyendo a la Divina
Colombres, que lo caló de prima antes que la arrempujara al colchón, eso dice,
aunque tampoco es pa creerle.
A la final de sus días, la parca
lo alcanzó en la estepa patagónica endemientras buscaba los güesos del antepasado anteliduviano, el “homo
furlán”, que asegún sus estudios biométricos, calzaba 48 en ojotas como todos
los Furlán que se conocieran. Socio activo del glorioso desde purrete, campión
imbatible en los torneos de truco entre los años 69 y 72, la mesa
consetudinaria del bar buffé le rinde homenaje y brindis cada vez la sanata se
hace carne en la cosa pública.
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