Emisión del viernes 8 de junio
"No se paga rescate", hora 17.00 Radio Estación Sur, FM 91.7 La Plata
Aquí
don Marcial Pepe Caminos, desde algún lugar de la estratósfera radiofónica
argentina para la audiencia de “No se
paga rescate”, saluti a todos. Primera
columna al aire de quien suscribe, a propósito del día del Periodista, la de
hoy se intitula “La dislexia de la lumbriz”.
La
lumbriz es un bicho de los más desagradables, primera ponencia pa lo que no
hace falta erudición ninguna. La más
comunarda, la de tierra, es de la familia de los anélidos oligoquetos y hay un
toco de especies diferentes, desde las pijoteras de 40 milímetros hasta la
guasa lumbriz australiana que llega a medir tres metros de largo, un pedazo de
bestia.
Que
haiga lumbrices en la tierra es muy importante, justamente porque morfan
tierra y toda la porquería, la digieren
como si fuera polenta y cagan bonito, cosa que,
a las canaletas que hacen en el suelo se le suma la caca muy rica en
nitrógeno, el famoso humus lombricero.
La
lumbriz no tiene cabeza, ni ojos, ni oreja, ni dientes, o sea, lo único que
tiene es una boca succionadora y un culo excretor, que a la verdad, nunca se
sabe si está adelante o atrás. No tiene corazón, nomás que unas válvulas en el
vaso sangriento, apenas un ganglio en lugar de cerebro, una cadena nerviosa
importante pa lo que es el bicho y, fundamental, un aparato digestivo de puta
madre, faringe, esófago, buche, molleja y chinchulín, o
sea, que es una maquinita de morfar.
Organismo
primitivo de utilidades múltiples, muchos animales comen lumbriz, incluido el
hombre, que de algunas especies hace culto: secadas y hechas polvo, pa rellenar
los Paty, y no faltará el plato de la cocina oriental que algún cheff premiun las ponga de espaguetis con una salsa
exotica de finas yerbas. No obstante, la lumbriz debe el estrellato fulgurante a
su virtuosa exelencia pa la pesca deportiva.
Se sabe que
los sumerios ya usaban la lumbriz para pescar en el Éufrates. En una excavación
arqueológica, que era la tumba de Seneferu,
primer
faraón de la dinastía IV del Antiguo Egipto, por ejemplo, se encontraron caña flexible de bambú,
hilos de papiro de alta resistencia, boyas de hojas de palma y primitivos
anzuelos osidados, ovio, con restos secos de lumbriz lo que prueba que el
monarca del Nilo ya se complacía en el arte de la pesca a flote del llamado
bagre tebano y que a tal fin encarnaba anzuelo con el susodicho anélido.
Esta
referencia no es gratuita. Quien haya tenido una lumbriz a mano, sabe de la porquería
que se trata. De seguro que el faraón tendría un esclavo o esclava pa que le hiciera
la asquerosa encarnadura. Nomás que agarrar el bicho sabiendo que es una tripa
elástica, un reptil que no arrima a culebra, que se retuerce baboso entre los
dedos, mismo un canuto fláccido de pura mierda, que es así pincharla pa que le
salga como una pus, una cosa amarilla y desagradable, un olor como decir, a
lumbriz, que nomás cortarla al medio es un espectáculo peor que ver a un
cristiano en la guillotina, que le queda la mitad pataleando y la otra mitad
igual, como si nada, como que culo y cabeza son lo mismo, como que en una de
esas, y como pasa con alguna lumbrices, de un cacho se hace otra, en fin, como
ya exliqué, es un asco.
Ahora bien,
se preguntará el radio escucha a que viene lo dicho, ponencia de hondo
contenido zoológico pero de reververancia francamente repugnante. Y la cosa fue
así, paso a explicar. Vez pasada,
domingo siete de la matina, como es nesario al inclemente oficio del notero, me
daba a leer diferente columnas de opinión de los grandes medios, a saber entre
otros, el doctor Grondona, Vanderkoinor, Gorileuco y otros más de los titulados
independientes, y de ahí que en la dicha actividad intelectual se me cruzó por
la cabeza, como petardo de naranjero, la puerca imagen de la lumbriz, pringoso
bicho retorciéndose en el anzuelo.
Tiene
derecho el oyente a inferir que este escriba padece de alguna colifatía
masoquista, o que le convendría posta unas vacaciones en nosocomio mental, por
eso de cambiar el atorro dominguero por una lectura tenebrosa. Pero no.
Centrojás que pone la bocha al pie, don Marcial Caminos, quien suscribe, se la
banca y apelecha. Descubre en de pronto que pa los opinólogos independientes,
el ispa es una ruina, que el 54 % de los votos que apenas unos meses atrás
manyó Cristina hoy no llegan ni al 15, que la esperpéntica caceroleada teflonera
del barrio norte porteño es el
termómetro de la masa, que la inflación, que el cepo criminal al dólar y las
importaciones, que la inseguridad, que la corrupción, que los pobres sojeros
tienen que pagar impuestos como cualquier cristiano, y así de corrido, como una
película de Franquistein de los sesenta , todo pinta blanco y negro, asusta pero
no tanto.
Como
la lumbriz, estos opinólogos existen y son nesarios. Distintos que la lumbriz,
tienen ojos pero padecen de dislexia y se les trabuca la realidade porque la
leen al vesre, porque parten de hechos ciertos
y preocupantes pero los encarajinan de tal manera que, como la lumbriz,
cagan mierda incontinente pa abonar la tierra de sospechas cuando no mentiras.
En de mientras, tallan con eso de la persecución que padecen.
Minga
independientes. Eso no existe. Nadie es ajeno a la ideología, ni observador ni
observado, ni Gorileuco ni el infeliz pequebú que pudo ahorrar un mango y
quiere verdes fresquitos, ni el que la levanta con pala y protesta, ni el que
apenas llega a fin de mes y aún así apoya.
Escena
tragicómica, en la Europa los indignados piden trabajo, educación, salud. Y en
este culo del mundo, los indignados porteños quieren dólares. Calate pa la
dislexia, ¿Cómo leer esa realidad? Pero lumbrices babosas, anélidos
oligarquetos, haciendo canaletas, caca embuchan y más caca excretan.
Fortuna
grande, mi saludo posta pal periodista que no es lumbriz, que chingolo es,
hornero, tero o pescado que en la lumbriz tiene su morfi predilecto. Un abrazo, Patria o Colonia, che, y hasta más
ver.
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