Cumpleaños y Cacerolas
Regreso tras dos
meses largos de ausencia, no se pretenda que la facha del club de los amores vaya a
cambiar en tan poco tiempo. Nomás los arreglos del caso, retoques a la
marchanta en el estadiun de las bochas, pintura fresquita en la Biblioteca Popular
Aurora y, obvio, el salón de ceremonias engalanado con lo mejor pa la fiesta
del 80 aniversario, el pasado domingo 16 de setiembre.
Comemoración espetacular
que arrancó bien temprano, bandera rojinegra al tope del mástil, trapo nuevito
donado por Sedería y Tapicería Dorossian,
un lujo, y tras cartón, acto solemne y
presentación de la nueva CD, que la verdad del decir, es la misma de antes a esección
de don Baldomero Fuentes, renunciante a sus funciones desde que la
hija lo internó en un geriátrico dos meses atrás. Igualito el resto, el Negro
Maldonado en la Secretaría y don Leopoldo Sastre en la Presidencia, ninguno le
hizo asco al discurso, el primero con cierre y balance de la pasada gestión que
cosechó bostezos, y el segundo más peor, como imitando el vocablo entreverado
del doctor Salvatierra pero sin la contundencia de sus citas clásicas.
Lo mejor vino al mediodía, habilitado el salón pal almuerzo
aniversario a precios populares. Entrada de canapeces multigusto pa embadurnar
la zapán del más pintado y macarrones pimentosos para urticariar la lengua,
obra eselsa de la Divina Colombres, mismo que las empanadas criollas y las ensaladas
a discreción, mientras su dorima púa, el Rengo Marinelli, yugaba en el patio pa
darle coción a dos costillares de luxe que desde hora temprana destilaban su colesterolenia
clavados a las crucetas del asador.
Como siempre ocurre en estos casos, lo más interesante sabe estar
en los corrillos, allí donde cuatro se juntan, damas o caballeros, y salta el
chamuyo libre de ataduras y vergüenzas. De todo rejunte, ninguno iguala al que
se planta junto al fuego sagrado donde el humo grasuliento se pega a las
pituitarias, justo donde la muchachada consetudinaria del bar buffé se dio cita
como rezándole a la santa carne, faroles de vermú en mano y lengua piola pa
amenizar la espera con temario obligado por las circunstancia: el caceroleo que
tres días atrás venía de amuchar a los quejosos porteños.
Dos meses de ausencia, ya se dijo, había dar alguna explicación. ¿En
viaje de negocios?, nadies me creyó. ¿Retiro espiritual con el Raviyancar?,
menos. Escribiendo por otros güines, puede ser. Pero el Ruso Urbansky me apuntó
pa la joda: me parece haberlo vistó caceroleando en Recoleta, ¿era usté?
Faltaba más. Puede sospecharse de otros pero nunca de este
escriba. De la vieja Colombati, seguro, que si no estuvo, miró el caceroleo con
cariño, porque la odio, la odio, sabe hablar de la Presidenta, soberbia,
repelente, cómo la odio, ojalá se muera como el marido. Del Petiso Bermudez, el
farmacéutico, es posible, porque lo asaltaron dos veces en lo que va del año y
son los negros de la villa, acusó de prima, los que la yegua le da los planes,
casas, no laburan y después salen a afanar. De don Fernando Garganta, póngale
la firma porque está abonado veinticuatro horas al TN mientras atiende el bar
de la estación y está convencido que esto es una dictadura castrista pero con
K, según reza desde la mañana cuando sirve los cafés con leche al mostrador y
al paso de la mersa laburante, y más peor que se pone cuando le chantan la
cadena nacional. Hasta de Carlitos Mercier, peronista de Perón según se
intitula, puntero de intendentes y saltarín de charcos según por donde venga la
mano, puede sospecharse siendo que ve corrución a granel y pa colmo no liga un
mango. Pero de este escriba, no sospeche nadies.
Argumentos para hacer dulce, de uno sólo conozco que batió la
justa de su espíritu quejoso y no le hizo asco. Inseguridá, corrución, falta de
libertá, minga, chantó ayer don Ramiro Stierra, gestor de automotores y consumado
putañero, usté se piensa que la clase media porteña saldría con tanta bronca
por ese menudeo, si ya hubo antes varias convocatorias que no juntaron más de
quinientos. No se equivoque, la bronca porteña tiene nombre y apellido: Verde
Billete. Y eso es lo que me jode a mí también, me confesó, pasa que pa serle
justo, me da un poco de vergüenza salir a la calle gritando eso, quiero
dólares, quiero dólares.
Bautizado desde el pasado viernes primera cacerola teflonera fulgurense,
don Ramiro es un asiduo colector de la divisa verde, oficio del que no reniega
y al que tributa una admiración de raigambre histórica y familiar. Según es sabido,
ya su abuelo, hacia principios del siglo veinte, alquirió su primer billete
americano de diez dólares por la venta de un anillo oro. Lo hizo enmarcar y en
formato de cuadro adornó una pared del comedor, de ahí que todos los Sterra que
le siguieron cultivaron una fe religiosa por aquella estampa del Wáyinton inmortal.
Cierto que las pasaron todas, tiempos buenos con sobrante pal ahorro y, de los
malos, a cagar. Conocieron el peso fuerte, la moneda nacional, el peso ley, el
argentino, el austral, el peso de hoy, se diplomaron en el quita y ponga de los
ceros, patinaron sobre tablitas cambiarias, plazos fijos, indesaciones, mazazos
inflacionarios, y a la final descularon
no sin cierta dosis de lógico entendimiento que aquel verde billete enmarcado
en la pared del comedor les seguía regalando alguna certeza.
Y así que de historias se llena la espera, mejor cuando se aguanta
al pie del fogón y pal caso, viendo dorarse los güesos de la canonizada ternera
bien que engrampada a las cruces. Don Ramiro es hijo dileto del gran cagazo
nacional y hay que entenderlo, aseguró de una el Ruso Urbanky según cachaba una
puntita seca de la costilla vacuna, a riesgo de quemarse una uña.
Cuestión de fe, manyó el Cabezón Lagomarsino, campeón bochófilo
que viene de ganarle con baile a la dupla del Social Gallego, no es fácil
cambiar la mentalidá, yo también tengo algún ahorrito en dólares.
Carraspera del doctor Salvatierra, sesenta años de faso, vaso de tinto
en la derecha, cuchillo de noble acero pal asado en la zurda con un cuadradito
de matambre al ajillo en la punta, introito con que el Rengo Marinelli ya convidaba
a los gomías. Si se me permite, caballeros, no hay peor facista que el pequeño
burgués julepeado, se esplayó a manera de prógolo pa una tesis dotoral. La mediun clase sufre de taquicardia congénita a
causa de una osesión de parto. Su ojetivo es elevarse, hace culto de la envidia
y, al platudo en serio, le imita el
porte y las maneras. Sueña con llegar a la garca cima algún día. De mientras,
mira pa abajo y lo que ve, le espanta. Si la distancia es lunga, se queda
tranquilo, siempre habrá más pobres que él y están lejos. Para un mediun clase,
no hay pobre mejor ni más bueno que aquel que suda en el yugo y acepta su
condición humilde, o al fin, el pobre muerto bien muerto por hambre o disentería,
de quien se apiadará católicamente. Buenos pobres, aunque sienta rechazo por
esa cultura un tanto estrepitosa, chabacana y vocinglera. Pero cuando esa
distancia que lo separa hacia abajo, se achica, porque las políticas de estado
apuntan en beneficio de los más desposeídos, al mediun clase le viene el cagazo
padre, si se me permite la soez espresión, cagazo regio de que en la escala de
la mishiadura quede él en la base miserable de la atroz pirámide, explicó haciendo
malabares en la boca con el sustrato durañón del matambre vacuno.
Estenso raconto, nadies le iba a discutir sin fundamentos y menos
con la boca entretenida en el picoteo al ajillo. Empresario automotriz, estaba
el Negro Gutiérrez, titular de la gomería del Camino de Cintura, representante
firme de la pequeña burguesía en juicio. Pa mi, la vida es una yanta cascoteada en el
cordón de la vedera, dijo a la manera de un poeta, pero la pifió enseguida, lo
único que me preocupa es que al costillar le está pegando demasiado calor,
Marinelli, bajá la llama o subí la cruz.
Esultante aparición de Marito, el pibe de la Cámpora, coca-ferné
en la mano. Los que estaban protestando son los mismos que les fue bien todos
estos años, que no pagan los impuestos pero veranean en Pinamar, Punta de Este
y el Caribe, sacudió, mas una sarta de boludos que se la creen, que de esos hay
a montones. ¿Cómo va el asador?
Silencio sepurcral, miradas clavadas en el ojetivo gastronómico
que crujía tentador al calor de la augusta fogata, sin contar el paradisíaco
espetáculo que brindaban los chorizos en la parrilla aljunta tendida sobre el hierático
manto de las brasas.
La garganta seca de Mercier le puso corte a la ceremonia: igual
hay malestar, no se puede desconocer, y un llamado de atención a las fuerzas de
la oposición.
Tráiganlén un vaso de tinto, lo interrumpió el Rengo a cargo del cárnico
misal, mientras le apuntaba a la intercostal vacuna con el estilete asador. El
problema de la oposición es que no puede batir la justa, es decir, como decía
don Ramiro, quién se anima a salir a la calle cantando quiero dólares, quiero
dólares, no jodamos, muchachos, el resto es disfraz. La porteñada salió a la
calle cuando le encanutaron los ahorros, y ahora por los dólares, esa es la
única verdad.
Doce del mediodía y seguía la conversa. Doce y media, silencio meditante.
¿cuánto falta?
Eso ya está, se va a secar, aconsejó por tercera vez el Ruso Urbansky
del otro lado de la fogata. Mejor que se calle, le apuntó el Rengo, sabrás de vareñiques
pero de asado ni jota. Lo que se te a secar son los ojos si seguís arrimando la trucha al fuego.
Digo yo, si se me permite, razonó el dotor Salvatierra, ¿cuántos
dólares mueve el chiquitaje? ¿No habría alguna forma de alministrar más
prolijamente la cuestión, sintonía fina que le dicen? Que garpen más los
gordos, los que compran y venden acciones, los trásfugas de la bolsa, de la
timba, pero achicarle el pánico al chiquitaje, habría que esplicarlo mejor.
Se está poniendo gorila, doctor, saltó Marito iso facto. Ni así,
joven camporista, replicó el boga, ducho en la tribuna y la oratoria, son
preguntas que me hago nomás. O se está con la señora o se está en contra,
siguió el pibe. No sea cabeza dura, sacudió el doctor, opino desde el apoyo y
la solidaridá.
No nos peliemos delante del sagrado fuego, suplicó el Rengo
Marinelli, como acariciando con las palabras el osario dorado de la ternera.
Vayan preparando la dentadura, aportó el Negro Gutiérrez, y a todo esto, ¿a dónde
se fue Lagomarsino?
Rajó apenas dijo que tenía ahorrito en dólares, no fuera cosa que
Marito lo acusara de traición y le mandara la Afip pa control de ingresos, provocó Mercier pa que saltara el Pibe. No seas
boludo, el que le tiene miedo a la fip, por algo es, gil. Boluda tu hermana y
gil tu tío, pendejo, siguió Mercier y a la verdá del decir, con alguna copa de
más. La cosa venía espesa y pa suerte de todos se apareció la Divina Colombres,
molumento a la lujuria con los pechos como cañones saliéndole por arriba del
delantal cocinero. ¿Cuánto falta? Más de uno ya se afiló hasta los caninos pa
entrarle a los guesos y usted hablando pavadas. ¡No se estarán comiendo lo mejor,
digo?
Sonrisas de todos menos del Rengo. Diez minutos y arrancamos,
aseguró.
Como digo siempre, si se me permite, aseguró el doctor Salvatierra
mientras le hacía al primer bocado para prueba de sabor, lo mejor de estos
tiempos es que se discute la política con pasión, señal de que vamos por buen
camino. ¿Qué sería de nosotros al vesre?
Final a toda orquesta, servida la primera tanda de chorizos, el
poeta fulgurense Germán Costakis recitó su afamada Oda a la Ternera. Canilla
libre de néctar mendocino y postre tarantela de la Divina Colombres, un manjar
de rechupete, de cuánto costó la festichola a las arcas del glorioso, don
Leopoldo ni quiso hablar. Está todo arreglado por donativos desinteresados, esplicó,
ochenta pirulos de esistencia, no es cosa de pijotear. Brindis al toque y feliz
cumpleaños.
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