Centrojás siempre atento a la
noticia, picapiedra del montón que trata de poner la bocha al pie cuando puede,
este cronista no para de temblequear desde que se dio por enterado de los sucesos
en los pagos de Robespierre. Al decir de la verdad, la irrución de los tres fanas de Mahoma en el
bulín de los Charlie Hebdo repartiendo
matraca a lo pavote, dio más recelo que pena, más sospechas que certezas y lo
pior, la mala espina pintada a la acuarela en el horizonte: y ahora, agarrate
Catalina. Y es que en esto de parir enemigos bien jodidos pa justificar represalias con perfume de conquista, el imperio de
nuestros días no inventó nada nuevo.
Ya como más de una lucarda y
media de años antes del barba, según una ristra de papiros hallados en Tebas,
un rico hacendado de nombre Eriberto Narmer fue atacado en su finca por una
banda de hititas descontrolados que lo dejaron, a él y a toda la familia,
junando a las petunias del Nilo crecer de ajoba, y fue el motivo que encontró
el faraón Ramsés II para sacudirle palo y palo a los asirios y morfetearse
tierras nuevas a la marchanta. Trecientos años después se supo que el pipiolo
de Ramsés le había garpado en moneda fuerte tebana a los dichos hititas pa que
consumaran el crimen.
Más cerca en la cronológica, en
esto de pasar de víctimas a victimarios con carta fundada, sabido es que Canuto
II El Grande, rey de Dinamarca, puso banca a una horda de pollerudos ingleses
para que le pintarrajearan la proa de varios botes vikingos con frases
ofensivas a su condición sexual, y así justificó la invasión danesa a la isla en
el 1016, que fue cuando le sacudió con el martillo de Thor al pobre de Edmundo
II Brazo de Hierro.
Así de corrido, más después, los
ingleses no se quedaron cortos pa expandirse por el orbe con argumentos más
pobres que parias de Rayastán, y ni hablar de los yanquis, que con eso de la supuesta
cohetería amenazante de Saddam, se sacaron el botín de oro en el campeonato
mundial de las invasiones modernas pa quedarse con el petrolio y dejar al Medio
Oriente todo ensartado en la miseria de la cosa religiosa.
En suma, ejemplos sobran. Desde
los años ochenta, cuando la CIA empezó a financiar y entrenar a los talibanes
afganos pa enfrentar a la maroma sovietista, quedó claro que los
fundamentalistas islámicos están más infiltrados por la agencia que rodilla de
centrofowar habilidoso del fulbo japonés. La funcionalidad de los mártires de
Alá en los planes espansivos del imperio guerrero de ocidente labura como
relojito suizo, y sumado a la banca mediática con toda su parafernalia
tenológica, el vento a discreción de varios jeques sauditas aliados de los
wayingtones, las rupias del Mossad y la muleta de las petroleras, la cosa queda
más que clara: a los muchachos del turbante hay que meterles fierro, no queda
otra. Todo escarmiento que se haga sobre los bárbaros estará justificada,
incluyendo algún que otro bombardeo sobre concurrido mercado palestino con su
secuela de daños colaterales no deseados, como ser, el piberío de 2 a 8 añitos,
porque después de los nueve ya son peligrosos.
En fin, pena grande por los
escribas de la Charlie Hebdo. Pero atenti a la hora de calzar la culpa posta,
no sea que mañana o pasado, por culpa de Tupac Amaru o del Chacho Peñaloza, nos
chanten una cañonera de la US Army en el muelle 3 de la ciudad porteña y nos
hagan pelota los coquetos restoranes de Las Cañitas y la Bombonera.
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