Nadie puede llamarse a engaño. En mayor o menor medida,
todos o casi todos los argentinos, tenemos dineros en el exterior,
oportunamente declarados ante el fisco en algunos casos, fugados en lúcidas y creativas
diligencias que no hacen más que dar prueba
del corajudo ingenio que nos luce grandes de cara al mundo. Reconocerlo
públicamente, como lo ha hecho en el frugal almuerzo de la señora Legrand nuestro
presidente del Banco Central, Carlos Melconián, pone en evidencia su hombría de
bien y su pertinaz voluntad de no escatimar argumentos para esclarecer a la
ciudadanía en estas horas, cuando ciertas minorías se empeñan en retorcer con
vanas y falaces evidencias, una realidad que no se puede negar.
Afortunadamente, nuestro pueblo, curtido en innumerables
gestas reparadoras, asume con hidalguía el esfuerzo que la encrucijada reclama.
Desde las primeras horas del día de hoy, he advertido con indisimulable regodeo
la formación a largas colas de conciudadanos en las puertas de las sucursales
bancarias solicitando información para repatriar sus ahorros depositados en
cuentas que las mismas instituciones poseen en diversos rincones del orbe.
Esforzados trabajadores, humildes amas de casa, cooperativistas de servicios, estudiantes
con su dicharachera vocinglería, modestos horticultores, jubilados que roban
horas a su merecido descanso junto a empresarios fácilmente identificados por
sus portes sobrios y galanos, todos y cada uno, unidos en la común apetencia
por ser parte de la gesta a la que nos convoca nuestro gobierno.
Para mi sorpresa, esta misma tarde he recibido una misiva de
Edison Guzmán, presidente de la comunidad boliviana de La Plata, en la que convoca
a todos sus compatriotas nacionalizados a proceder a la inmediata restitución
de las sumas giradas a sus familiares
del altiplano en los últimos diez años como
producto de su actividad local en minifundios, verdulerías y afines. En el
mismo sentido, se ha expedido horas atrás la “Unión de Trabajadores Paraguayos de
la provincia de Corrientes”, a través de su secretario general, Artemio
Cristino Almirón, y la “Comunidad Chilena Patagónica Manuel Rodriguez de Santa
Cruz y Tierra del Fuego”, todo lo cual demuestra la solidaridad de los pueblos hermanos
de Sudamérica. Pero sin duda, nada ha sido hasta aquí más emotivo que el
llamado del “Centro de Jubilados y Pensionados La Cuerda Floja” de Florencio Varela, que a
través de un bando conmovedor, apela al conjunto de la tercera edad para
repatriar los dividendos derivados de sus ingresos y depositados en diversos
paraísos fiscales.
Por mi parte, desconozco dónde y cuánto, aunque tengo la
certeza de que debería constar a mi nombre o en cabeza de testaferro que no
imagino siquiera, alguna suma en dólares en cuenta bancaria que no recuerdo
haber denunciado, acaso en Delaware, en Suiza, Luxemburgo o en alguna isla
antillana, y en tal sentido, me comprometo a realizar las averiguaciones del
caso, viajar para interiorizarme en el asunto, y hacer uso del gentil blanqueo
de capitales inspirado por el superior gobierno para contribuir también al
sostén de esta hora.
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