No es moco e pavo mirarse pa
antroden. Hasta el maula más fiero, si por esas cosas de su esistencia se le da
por junar las pequeñas miserias que de seguro lleva ensartadas en lo más
recóndito del cerebelo, es fija que le dé flojera de los garrones y quién sabe
si no finishe pidiendo ausilio en un cotorro siconalista. Es ley de la
modernidá que el varón más pintado pueda terminar moqueando a lo bestia en un
ñuelopa de pelpa que todo locólogo posta siempre tiene a la mano llegado el caso, y no por esto nadies lo va
nombrar codeguín mayor de la gilada. A la final, es de otario sacar de chapa de
campión sin saber cómo ni por qué.
En la historia sapa lo más
parecido, solo que acá no hay diván pa echarse lo más campante. Si la historia
es la de la mersa comunarda, el rejune viene en coletivo y tiene sus tiempos.
Con suerte, aparecen facultativos más o menos apiolados como pa conducir la
introspeción, pero así con todo, más vale chantarse calzones de lata por las
dudas, visto que sobran jailaifes proxenetas capaces de vender a la vieja por
cuatro rupias. Como sabe decir el doctor Salvatierra en sus erudísimas ponencias
fisiológicas al cabo de dos vermuces en el bar buffé del glorioso, “la fritanga
puede apurarse pero el asado madura su ternura al calor de la brasa”.
Introito nesario pa abonar la
meditación, sarepe que el siconalis está funcando a pleno en la zabeca de muchos,
aunque todavía no se june con precisión. Hasta los capos de los globitos
amarillos se amucharon varios yornos en Chapalmalal pa descular aciertos y
pifiadas. Y es que los números no les cierran ni a palos. La herencia recibida
es grosa y desmontarla no es fácil: la mersa venía acostumbrada a pasarla joya
o más o menos joya y así endepronto sacudirle por el gañote todo lo que ellos
quisieran, podría terminar con un incendio mayúsculo con el inyeniero rajando
en helicótero.
Pero allá ellos. De enfremte,
muchos cantores de la marchita chiflan pa buscar la billetera más morrocotuda y
descular en qué charco poner los huevos, lo que obliga a un autoanalis de vida
o muerte. Kirrneristas aparte, la tienen que lidiar con la cantinela de la
corrución, cosa que no es nueva. Antiguo como la escarapela, está en el Manual
Obligado de los mandamases del domún que cualquiera que se pare de puntín
frente al poder de la biyuya y el bacanaje, por más tibio que se apeleche, ha
de ser fichado por corruto y criminal. Sobran ejemplos en el ispa, desde San
Martín a Irigoyen, que le anduvieron esquivando denuncias a troche y moche,
pasando por el General con sus más de docientas acusaciones incluyendo estupro
con las pibas de la UES, y así ahora con la Jefa, que viene acamalando canutazos como pa hacer dulce. Ejemplos
sobran también por afuera: Jacobo Arbenz en Guatemala, Torrijos en Panamá,
Preste y Lula en Brasil, Sandino y Ortega en Nicaragua, y de corrido, lunga
lista de corrutos que en más de una ocasión obligaron al rubio desembarco de
marines cuando la gente bien no pudo poner las cosas en orden y hacer que los
negocios pasen por donde deban pasar, es decir, de mano en mano con fino guante
blanco.
La cuestión es que la corrución está,
aquí o en la China. La esistencia del ladri, ganzúa o cortabolsa, empernado a
la estrutura del estado o rozando por afuera, es como una enfermedá crónica. Se
la puede combatir pero cuando talla la mosqueta, fija que más de un pipiolo se arrima al banquete. Lo que no es
crónico, lo que sale del contesto, es que endepronto, desagradable como aliento
de oso, salga un ñato o ñata con los cojones más o menos puestos como pa
bailarse un gotán en el piso refaloso de tanta mierda. Esto es lo que cuenta a
la final y lo que decide en la gran prensa bacana quiénes son los corrutos y
quiénes no.
Ahora bien, los que la junaron de
afuera, lo que no cobraron ni una guita pa bancar a la ñata, serían, según la
labia dominante, los primeros pa la terapia siconalítica por perejiles,
otarios, gilandrunes, comemocos, reverendos dobolus que se manducaron el
relato. Pero, minga, según sarepe, no hay remedio ni diván curativo para esta marabunta.
Hasta se fichan que cada día son más, o sea, que el ispa sería una fábrica de
producir tarúpidos populistas y la república finoli y educada es un sueño
imposible. El riesgo de que vuelvan los choriplaneros, alvierten los más
sesudos inteletuales amarillos, es más
pior que el riesgo país con que empiojan los wayingtones, y así no hay
inversores que traigan la mosqueta en verde billete, a no ser para un “toco y
me voy” en la ruleta funámbula de la timba.
Cuestión que, mirarse pa
antroden, chochamus, es nesario como agua pal florero. Y es que si alguien
piensa en volver, como es natural, la reflexión sobre yerros, cagadones y
faltantes es lo primero, lo mismo que desempiojarse de truchos y figurones, que
los hay pa hacer guiso. Hay que sacarlo pa fuera, asumirlo como se dice, una y
mil veces, hacerlo vozpópuli pa que la masa lo mastique y digiera. Si no se
hace de cara a los comunes, la cosa no sirve. Más después, descular pa qué
volver, porque la repitencia en la historia finisha como farsa.
Así que, desde ya, el glorioso
Fulgor de Mayo ofrece sus istalaciones, la sala Ismael Celentano y ovio, las
mesas decidoras del bar buffé que regentea nuestro afamado barman, el Rengo
Marinelli junto a su querida señora, la Divina Colombres, pa arranyar con el
autoanalis coletivo mechando la conversa con los esquisitos vermuces e
infaltables ingredientes que se acompañan pa livianar el garguero. Ofrecido que
está el doctor Salvatierra pa funcar de imaculado moderador hasta que los
faroles de gancia se lo permitan, alvierte de prima que no le vengan con el chamuyo
facilongo de que hay que esperar lo que diga la Jefa. Y es que así no se vuelve
ni en dope.
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