A según sabe explicar el doctor
Salvatierra con la erudita verba que ilumina las mesas consetudinarias del
bar-biuffé, la historia gusta de mancarse en la repitencia, es decir, que funca
como de a rulos, nomás que nunca la cosa que se repite es esátamente igual a la
precedente sino que cambia un cacho aquí y otro cacho allá por eso de que las
condiciones en que se pianta el suceder son diferentes, ovio, cien año atrás no
esistía el lavarropa y la patrona fregaba la samica con las manos y el limzul.
Cuestión que, salvando la distancia, me se dio por encender el mechero de la zabiola con un fóforo
comparativo y entonces agarré un apellido y dos nombre diferente que tiro a la
mesa truquera como quien sacude un seis de copa en un vale cuatro perdido de
antemano.
Del primero, hace docientos años,
se dijo de todo menos bonito bien que en boca de bacanes, mercaderes y acomodados que la pasaban fetén con el
reino de los gallegos . Del segundo, lo mismo, por estos días, apostofrado y
viliperdiado por la clase cogotuda y por mucha gilada que se morfa lo que sale
en la tele o en los diarios sin masticar, como si fuera un flan ravana. El
letor más perpicaz ya sabrá de quienes hablo.
Mismo apellido, usté está loco, Marcial,
me sacudió don Higinio Carreras, historiador mitrista de dudoso prontuario
académico pero aún así gomía de fierro, ¿cómo va a comparar la imaculada figura
de nuestro primer periodista patrio con la palurda imagen del luciferino execretario?
Ponga los patitos en fila, Marcial, y labure de lo que sabe, me recomendó, los
estudios históricos no son pa usté.
Puede ser que don Higinio tenga razón. A la final, el
mismo apellido es una ganga de la genialogía. ¿Cuántos Moreno hay? Cazá la guía
telefónica, varón, y no sabés con cual quedarte, me chuzió la viuda de Mazzitelli,
médium y tarotista que siempre le adivinó a todo menos al trágico final del
dorima, hay Morenos pa hacer dulce y un toco que alguna vez fueron
funcionarios. Pero no. Nomás se trata de un juego de concidencias y atenti la
estrolada: pocas o muchas, es una cuestión de cojones.
Allá por el 1810, el doctor
Mariano Moreno, que ya le venía cospirando al Rey Fernando, se calzó el sayo de
Secretario de la Primera Junta Patria y no al dope, es decir, que de figureti
no tenía un lope. En realidá, era el ispirador junto a otros de la misma yunta
como Castelli, Belgrano y Monteagudo, de la Revolución con mayúscula. Y la cosa
no era pa joder nomás. Había que fundar una nueva república y enfrentarse a un
imperio. Los muchachos de veintipico de años la tenían clara y sabían que a la
hora de tomar venganza, los de la corona eran de temer con el garrote, el potro
y la Santa Inquisición. Tan claro la
tenía, don Mariano, que apenas tres meses después de la insurreción porteña, en
agosto de ese año, escribió un plan de operaciones como pa ordenar la
menesunda, porque estaba claro, a la hora de poner los gobelinos arriba de la
mesa, están los que miran pa otro lado, los que te dicen pará fiera, no es pa
tanto, los que diretamente la van en contra porque ven peligrar sus bolsillos,
y encima, la mersa neutral que por ser neutral pinta con el egoísmo, según
dichos mismos del prócer.
Don Mariano no fue el periodista
educado, bueno y sencillo que nos vende la historia liberal. No pudo serlo ni
queriendo. No era Belgrano el pibe amariconado de los cuadros que nomás lo que
hizo fue colgar la bandera nuevita , ni Castelli un charlatán de feria, ni
Monteagudo un escritor de biblioteca liviano y sedutor aunque no le hiciera
asco a cuanta naifa se le pusiera a tiro. Estos muchachos no se andaban con
vueltas, nomás las nesarias como pa no encular a los ingleses, que ya bastante
tenían con los gallegos. Y a la hora de repartir biandazos, como don Mariano
istruía en su plan de operaciones, había que hacerlo sin asco, por las buenas o
las malas, pasando a fierro al que chistara, comprando lealtades si fuera
nesario o arcabuciando a los tembleques, porque enfrentarse a los poderosos no
es un paseo en sulqui, porque a los dueños de la pelota no se les pregunta si
están conformes sino que hay que echarles rienda antes de que te lleven puesto.
Claro que a don Mariano se lo
llevaron puesto. Lo liquidaron en altamar y eso es parte de la tragedia argentina
porque de allí en más y hasta hoy, garcas de bombacha de seda y mishetones de
corbata, mercaderes y banqueros, todos adobados en libras esterlinas o verdes
billetes, han lucrado a destajo con la riqueza que el pobrerío les dio, han
chantado gobiernos civiles o de birrete a su gusto y en propio beneficio.
Pasaron docientos años y pintó
otro Moreno como pa hacerle honor al apellido. Don Guillermo escribió un plan
de operaciones a su manera, cierto que en otro campo de batalla y en otro
tiempo de la historia. No lo vio quien no quiso, apelechado en la sonrisa
sobradora y bigotera junando de coté la jugarreta venal del bacanaje
empresario, de maestre titiritero entre acionistas del Gran Diario Argentino
chumbándoles con las cuarenta mal habidas, de varón del ring con los guantes de
bos puestos pa recibir a los morfetones de la gran tasa de ganancia, dicen que
de pistolero y cauboy con la 45 al cinto entre prestamistas y banqueros, y a
todos marcándoles la cancha, porque igual que docientos años atrás, con los
poderosos se puede conversar pero antes que echarles rienda y bozal.
Errores y cagadas, debe haberse
mandado a montones, pa que negarlo, supone este cronista que no es ecónomo
esperto y poco entiende en el asunto,
pero así como recuerda con profunda emoción aquella vez que un presidente fiero
y bizcaíno hizo bajar un cuadro del sanguinario dictador, así también se le
escalda la zabeca con la imagen del gran
bigote setentista parolando a lo machazo entre el piberío 2012, cagándose posta
de enfrente al puterío del libre cambio y los mercados, o agitando a la mersa
kirrnerista en prima fila cuando el garquerío campestre se quería chorear la
renta sojera sin donarle ni una rupia al estado. Varón de fuste, sin pelos en
la luenga, un cinco picapiedra del mediocampo kirrnerista, lo vistieron de
Luzbel en la tele y en los diarios y el quía se bancó la malquerencia hasta
hace unos días. Le buscaron algún traspié, alguna monetaria tentación, un
renuncio a cambio de buena guita, y hasta donde se sepa, el hombre nomás tiene
la ferretería de siempre, se luce como el incorrutible Robespiere de los
precios, el San Guillermo de del PBI, el verdugo capucha de los mercachifles bonistas
que se tuvieron que conformar con los intereses bajoneado del INDEC, en fin, un tipo común
de la yeca de barrio que labió la prosa sentida de Jaureche o el
verso de Carriego en un Colón hastiado
de cogotudos.
Raro de verse en estos pagos, de
la economía renunciante al que le chantan la culpa de todos los males, no
ostante, pa quien suscribe, don Guillermo tiene eso que mueve a simpatía. A la
final, en el toma y daca de la conversa, siempre patió pal lado del pobrerío.
Muchos, aunque no lo banquen, le deben el llegar a fin de mes con algún morlaco
todavía en el bolsillo, el fortacho que pudieron cambiar, la piecita pa los
gurises que están costruyendo, el laburo en la coperativa o la asinación pa la
escuela y los libros.
Es cierto, a este también se lo
llevaron puesto. Se hizo de enemigos fieros y son de los que pegan fulero. Consejo
entonces, ahora que, como a don Mariano, lo mandan de vigilia a la Europa:
guarda, hermano, atenti, no sea que te surtan con cianuro en el puchero del
avianca y te tiren desde arriba al medio del Atlántico. Por las dudas, llévate
la vianda en un táper. En la valija, poca ropa. Pasaje de vuelta, abierto, no
sea cosa que antes que tarde te andemos estrañando. Por lo demás, no te preocupes. Dejalos que
hablen ahora. Dentro de unos años, habrá
quien escriba de los Morenos y te haga un rincón en el palacio de la
historia. Coraje.
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