A prosópito de la marabunta
esistencial que hoy zangolotea la espiritualidad dela media mersa argentina,
atribulada e insomnie por los biandazos que sacude la cotización del verde
guáyinton, mismo que con la desinteresada voluntad de dar un aporte esclarecedor
a los madamases de la tesorería de la Patria,
bien que viene a cuento la reunión de la consetudinaria mesa fulgurense
de días pasados, ocasión en que, a istancias del Rengo Marinelli, concesionario
full del espirituoso bar buffé, reunió a algunos de los de siempre con más un
invitado de luxe, viejo asociado fraguado en estas aulas gloriosas cuya
erudición en las ciencias económicas lo catapulteó a las grandes ligas de la
contabilidad universal. Me refiero al
doctor Santiago Perrota, que justo andaba de paso por el barro natal cuando la
gran ola tórrida de enero y qué mejor
ocasión para invitarlo a esponer sobre las cuestión al amparo de la brisa amiga
del ventilador de techo, justo arriba de la zabiola de los presentes, más el
agregado de los refrescos que a módico precio la Divina Colombres sabe ofrecer.
Dicho y hecho, estaban los que
estaban, porque se sabe que en enero Carlitos Mercier le apunta al hotel
gremial de los Municipales en la Ciudad Feliz, mismo que el doctor Salvatierra
hace provecho de la feria judicial pa escaparse unos días a la costa marítima
aunque nadies sabe por qué pega la vuelta a la semana más pálido que merluza
fresca y sin haber pisado la arena ni con ojotas. Así las cosas, no faltó el
público entusiasta que colmó la mesa de
siempre más otra que se le agregó a la vera.
Pa la ocasión, visto el temario escluyente
referido al dólar y haciendo gala de una creativa ispiración, el Rengo
Marinelli ofreció un trago de su autoría en base al pepermín frapé junto a
otros aditamentos de refrescante licor, todo lo cual, chantado en fina copa,
alquiría la tonalidá verdolaga nesaria pal efecto, mismo que los ingredientes
copetineros en base a bocadillos de acelga, morrones verdes y pepinitos al vinagre, tartitas de espinaca y oviamente
aceitunas.
Nomás que don Santiago Perrota
puso asentaderas, saludó a los presentes con un brindis rantifuso y le puso
nombre a la disertación, saber, “Sobre la compra y venta de divisas en Plumas
Verdes”. Introito al paso y aclaración nesaria, el tordo de la economía apenas
que le había pegado unos sorbos al copeteo cuando arranyó su labia: los
investigadores no se ponen de acuerdo, dijo. Es posible que Plumas Verdes se
refiera a una localidá en la caribeña Saimartin, caraterizada por una profusa
vegetación a tono con el color esmeralda de las aguas que la rodean, hábitat de
inumerables variedades de aves, y no faltan especialistas que ubican análogo
paraíso en una de las tantas islas brasileras, hogar natural de la afamada
“cotorra bocineira”. En mi opinión, la bahía de Plumas Verdes se encuentra a
pocos del ombligo argento y no es ni más ni menos que la mismísima y muy
bendecida concha de la lora.
Risas nerviudas de los presentes,
el Negro Gutiérrez, el de la gomería del Camino de Cintura, sabido de los
activos dolarizados que tiene en yantas y cubiertas, se puso más duro que
Franquestein: ¿hablamo en serio o en joda, doctor?
Imutable a la inquisitoria pero
atento al quejoso, don Santiago Perrota, finiquitado su primer pepermín, rogó
por otro y espuso: en la Bahía Plumas Verdes la compra y venta de divisas es
más fácil que ju gar a las figuritas. Allí, la libertad de mercado le permite a
cualquiera sin condición de religión, raza o nacionalidad, intercambiar
monedas. Dólares, euros, yenes, rupias, soles, reales, libras, signos
monetarios en uso o en desuso, y oviamente, peso argentino, todo se puede
alquirir o vender. Por eso, le recomiendo, señor gomero, que si usté quiere
dólares, váyase a la concha de la lora.
Bolonqui en puerta, el Negro
Gutiérrez revolió la silla de culata y de dorapa se puso en guardia como en un
rinsai, más fulo que ofendido. Tranqui, lo sofrenó el Cabezón Lagomarsino, el
tordo es un entendido, hay que escucharlo y después vemos. Eso, dejenlón
hablar, trinó de atrás Josefina García, tesorera del glorioso y claramente
interesada en el tema.
Como ajeno a la murmuración, don
Santiago Perrota le daba la masticatoria de una verde croqueta mientras se
empinaba el pepermín. Relojiaba al auditorio endemientras se apagaban los
murmullos y después, como junando una golondrina en el techo, labió con claridá
meridiana, como anticipándose a la devaluación anunciada días después por
Kichilós: en Plumas Verdes cien dólares equivaldrían a una lucarda argenta y
así estaría bien fetén pal paisanaje esportador con pretensión desarrollista. Ahora que, la economía no esiste sin la
política y acá, señoras y señores, el problema es la política. El proyeto
produtivista en un país como este, con alta concentración y una burguesía
parasitaria amiga de la evolución rápida y segura, tiene un límite, como decir,
hasta aquí llegamo. O el estado mete fierro y disciplina o se va todo al
carajo.
Silencio meditante, el auditoriun
pedía más. Pero el tordo se tomaba su tiempo. Se me seca la garganta, alvirtió,
mientras se escabiaba con la última gota de pepermín. ¿No hay otro? Enseguida
se apronto la Divina con otra copa de elisir refrescante de efecto bien
naftero, es decir, como que a don Santiago se le encendió el motor del paroleo
y ya no hubo con qué pararlo. Esposición de hondura cavernosa aunque labiada
con el vocablo sencillo de la mersa, en hora y media el varón racontó la
historia desde los tiempos de Frondizi hasta hoy, y ovio, no dejó títere con
cabeza para sacudir a la final la frase matadora: país de imensas riquezas,
unidad nacional, diálogo, pacto social, comunidá organizada, distintas palabras
pa una misma mierda, damas y caballeros, pamplinas y embustes cuando unos pocos
se embuchan el grueso de la torta.
Aplauso cerrado de la mesa que
llevó la temperatura a cincuenta grados mínimo. No hay más pepermín, anunció la
Divina, nomás queda una copa pal doctor. Hágale al vermú entonces, sugirió el
Ruso Urbansky. Para mi una naranjada, se escusó Mariela, la profe de patín
artístico, la menta se me subió a la cabeza y medio que veo doble. ¿A mi
también me ve doble?, la piropeó el Negro Gutiérrez. A usté lo veo viejo verde,
lo sofrenó la piba. Callensén, sacudió Marito, el pibe de la Cámpora, sentado
que estaba arriba del billar, el doctor va a seguir hablando.
Y si, don Santiago Perrota ya se
había acomodado en la silla, le hacía al último pepermín y se secaba la
traspiración en la calva. Está chivando menta, doctor, lo engranó el Cabezón
Garófalo. Pero imutable, el ecónomo tiró la pista de lo que vendría: la gran
burguesía del complejo financiero, agroganadero e industrial se apresta al
asalto final del poder político siendo que este ya no le sirve como garante
jurídico de sus negocios. ¿Qué hará la Presi? ¿Se acomodará como para
sobrevivir estos dos años y asegurarle al aparato pejotista continuidad vía
otras variantes? ¿O estará decidida a trascender en la historia y, llegado el
peor caso, morir con las botas puestas?
Preguntas tiradas al vacío, nadie
mejor que el Negro Gutiérrez para cazar la posta: ¿pero y el dólar, doctor, no
iba a hablar del dólar? La gente necesita consejos, doctor, así no se puede
seguir, nadie sabe cuánto vale.
Como si no lo escuchara, don
Santiago Perrota siguió en la suya: la diyuntiva está clara, ¿más estado o más
mercado? ¿Disciplinar a las fuerzas sociales o dejarlas hacer? Estado y
disciplinamiento requieren medidas que nadie hasta hoy nadie se ha atrevido a
implementar salvo para beneficiar a las minorías. ¿No habrá llegado el momento
de hacerlo en función de las mayorías? ¿Hay condiciones en la sociedad para dar
sustento a una batalla patriótica tan difícil como fueron las guerras por la
emancipación? ¿Acaso existen fuerzas sociales y políticas predispuestas a
semejante sacrificio? La voz de don Santiago Perrota iba en alza como los
precios en el Coto. ¿Dónde quedó el gauchaje samartiniano capaz de pelear a
lanza contra el realista? ¿Dónde la herencia bravía del calchaquí? ¿Dónde la
callosa garra del imigrante obrero? Labia
potente y entradora, ahora el ecónomo se había puesto en dos patas y le deba
manija a la vitrolera, mezcla de sudor y pepermín. ¿Díganme dónde carajo la
gloria de nuestra Patagonia rebelde, o la juventú maravillosa de los setenta?
¿Y el dólar, doctor?, volvió a la
carga el Cabezón Lagomarsino con un susurro, pecado que esta vuelta hizo efeto
en el disertante. Porque don Santiago Perrota cayó como arrumbado a la silla y
nomás lo que atinó fue a preguntar: ¿no hay más pepermín? Vermú, nomás,
esclareció la Divina, ¿Gancia o Cinzano?
Del morocho con ferné y una escupida de soda, se definió el tordo. Marche un
Cinzano completo, pero siga, dotor, no le haga caso a los especuladores, lo
alentó el Rengo Marinelli.
Olvídensen del dólar por un rato,
siguió el varón, jeta como de resinación. Estamos frente a la diyuntiva
fundamental, y es que cuando las corporaciones se aprestan a tomar el poder por
asalto, justamente lo que quieren es que pelotudos como ustedes piensen nomás
que en comprar cien o docientos verdes. Despiértensen, giles, gilastrunes,
tirifilos.
Momentito, saltó el Negro
Gutiérrez, más respeto. Más respeto un carajo, chuzió de nuevo don Santiago
Perrota mientras hacía volar silla para ponerse de pie, es la hora de poner
fierro y candado al capital, nada de hablarle al corazón ni andar rogando
mesura como hace ese Capitanich, capitán de bote viejo, señores, capitán de
morondanga, hora de sacarle los silos a los garcas sojeros, de nacionalizar el
mercado esterior, de encanutar especuladores, cadena perpetua pal arbolito,
mierda, pal acaparador, ni clemencia al negrero, al formador de precios, y al
que no le gusta, que se vaya a Plumas Verdes que ya nos vamo a arreglar.
Tranquilo, doctor, le va dar el
soponcio, se introdujo Marito, callado hasta aquí. Hágale al vermú, lo aconsejó
la Divina, así le baja el pepermín. Tranquilo una mierda, siguió don Santiago
Perrota, ellos se vienen con todo y hay que responderles igual, antes que nos
lleven puestos. Preferible morir peleando como nuestros gauchos a languidecer
en la historia como una frustración de las tantas. Permiso, se disculpó nomás
que para hacerle un trago al Cinzano, y siguió: hay que convocar a todos pa
hacer grande la gesta emancipatoria, no basta con la Presi salga a hablar,
tiene que mover a todo el paisanaje, incluyendo giles como ustedes.
No insulte, doctor, acá también
hay gente dispuesta a acompañarlo, recuerde que somos herederos del gran Ismael
Celentano, nuestro faro luminoso fulgurense, lo aplacó el Ruso Urbansky. Eso, ratificó el Rengo Marinelli. Minga, apostofró
el tordo, si el gran Celentano se levantara de la tumba, se volvería a acostar
nomás de verlos.
Calma, correligionarios, saltó el
Cabezón Lagomarsino, que se doble pero no se quiebre. Calma nada, chilló el
Negro Gutiérrez, desde que llegó que don Santiago me está tratando de gil. ¿Y
qué?, ¿no sos un gil?, ¿sos inteligente, sos?, ¿desde cuándo?, se introdujo el
Pibe Marito. Cuidado las copas, no muevan la mesa, rogó la Divina mientras el
Rengo la esclarecía: te dije que el pepermín se les iba a subir a la monchola.
Bolonqui en puerta, hasta los
mudos labiaban, como el Checho Maldonado, secretario del glorioso, sin activos
en dólares pero con ganas de tenerlos desde que cobró el retroativo de la
jubilación, según dijo, ¿qué hago con la guita, dotor? Compre remedios a
cuenta, de seguro los va a necesitar, lo aconsejaba la Turca Bassur, de la
Comisión de Damas, mientras el don Marcos Garabaglia lo intimaba al Ruso
Urbansky pa que le devolviera los
docientos pesos que le prestó vez pasada según cotización dólar Casa de cambio El
Cedro y no Banco Nación, que es una mentira, decía con la calculadora en la
mano, que vamo a redondearlo a quince pa la compra, o sea. Calma, muchachos,
calma, rogaba el Rengo Marinelli, la noche está en pañales. Muchachos y
muchachas, no sea machista, lo corregía Josefina García. Y así de corrido, don
Santiago Perrota le hacía al último morroncito verde al aceite y ajo en una
rebanada de pan. Espetacular, una delicatesen, señora, igual que usted, elogiaba
a la Divina, que lo retribuía con la risa pícara de siempre: se nota que don
Santiago tiene clase.
Lo que empieza, termina tarde o
temprano, es una ley dialética de la naturaleza, sabe explicar el doctor
Salvatierra. Y sí. Cada uno en su silla, por favor, silencio, ya está,
tranquilos, así, eso, ordenó Marinelli, siempre atento a mejorar el rinde, por
favor, respetemos a nuestro invitado, ¿otra vueltita de vermú? Nadies. Nomás don Santiago Perrota: pa mi otro
morocho pero sin ferné, con un chorrito de soda y hielo.
Silencio inestable como el
ventilador del techo. ¿Cuándo van a poner un esplí?, se quejó la Turca Bassur,
esto tira viento como aliento de oso. Más silencio. Y la voz del Negro
Gutiérrez, sedutora pal caso tratándose de Mariela, la Pipi: calladita la
joven, ¿qué opina de todo esto?
Bombón escosés, un Escania con
acoplado, la profe de patín se escusó : yo no entiendo de política, pero para
mi, el dólar es muy, muy importante, es más importante que el peso.
Pa ser justos, nadies jamás le ha
pedido a la Pipi que sepa de filosofía, de historia ni de economía. Nomás que
un osequio pal ojo masculino, siempre atento a la ondulante perspetiva de la escultura glutia, ni falta que hacía el
comentario de don Santiago Perrota: ¿Y a esta boluda de dónde la sacaron?
Salta violeta de nuevo pal Negro
Gutiérrez, mandado a hacer pa defender a naifa de tanto quilate, no le permito
que trate así a la señorita. Tranquilicenlón, se apuró Lagomarsino. ¿Pero a quién? ¿Al Negro o al tordo? A los
dos, chantó Josefina García, se van a ir a las manos. Mire cómo llora la Pipi,
pobrecita, trinó la Turca Bassur. Mejor que ni aparezca el novio, que es profe
de taicuondo, esageró el Ruso. Si van a peliar, váyanse afuera, se impuso el
Rengo Marinelli, y final a la marchanta, se cierra la canilla, no hay más
tragos pa nadies, sacudió la Divina Colombres.
Silencio meditante, don Santiago Perrota
se puso de pie como pudo, es decir, medio que agarrándose de una silla hasta
encontrarle el punto de equilibrio. Se persinó pa saludar al auditorio y
agradeció el convite: muy rico todo, dijo, lástima estar rodiado de tantos giles,
ya los quiero ver cuando vuelvan los liberales, ni en Plumas Verdes van a
conseguir laburo.
Y así que lo dijo, dos horas de
ispirada disertación con más remaches medios groseros pal gusto de algunos, le
apuntó a la puerta como de coté, pifie seguro si alguien no lo enderezaba, que
fue el Marito, el de la Cámpora. Por aquí, profe, lo orientó, usté si que sabe.
Gracias, pibe.
Silencio sepurcral de remate, hay
que garpar los tragos. ¿Cuánto es, Rengo? Pongansén de acuerdo, ¿en peso o en
dólar?, la voz de la Divina Colombres.
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