Falta apenas un mes para arribar
al segundo semestre del año y, como es de esperar, una suerte de expectativa en
parte mesurada al tiempo que no exenta de natural optimismo riega con savia
benefactora piel y huesos de quienes habitamos este bendito suelo. Con todo, la idea de un “tercer semestre”
anunciada tiempo atrás por nuestro Presidente ha generado una confluencia de
interpretaciones de muy diversa índole, en general atribuidas a un involuntario
yerro retórico de su parte que, puesta en boca de presuntuosos críticos y más
feroces opositores, demostrarían rasgos de una personalidad menguada y proclive
a desajuste conceptuales francamente hilarantes. Sin embargo, no pocos
estudiosos allegados al entorno presidencial admiten que la supuesta errata no
sería tal sino que, por el contrario, de la misma podría inferirse una
proposición cuya hondura no sería mensurable para el observador común.
En este sentido, días pasados
tuve oportunidad de conversar con mi entrañable amigo, el filósofo
holandés Diederick Van Der Hoorn, hoy
radicado en Villa Ortúzar, quien en uno de sus inspirados silogismos me expuso
su juicio por demás temerario: “los griegos viven de ajuste en ajuste desde
hace años (premisa mayor), los argentinos no son griegos (premisa menor), ergo,
los argentinos no viven de ajuste año tras año, de modo que el tercer semestre
será gozoso y fecundo”.
El hecho de que un erudito como
el doctor Van Der Hoorn se refiriera llanamente al “tercer semestre” me produjo
un arresto de extrañeza que naturalmente no le pasó desapercibido, razón por la
cual, sin aguardar inquisitoria de mi parte, pasó a recomendarme la lectura de
la tesis recientemente esbozada por su colega y discípulo, el semiólogo
correntino Pedro Urutaú Valdez, intitulada “Tercer Semestre: cataratas de
felicidad”.
La originalidad liminar del estudio parte de ubicar
en un nuevo contexto el uso presidencial del término “semestre” al tiempo que
trazar argumentos sólidos para rebatir la vigencia y legalidad del calendario
gregoriano. En este sentido, nos remite al calendario tzolkin maya y
mesoamericano que se apoya en un sistema vigesimal (a base 20) donde cada
unidad temporal se expresa en múltiplo de 20 según su posición de derecha a
izquierda en el número, lo cual representa 18 unidades por 20, es decir, 360
días. En consecuencia, el tercer
semestre abarcaría aproximadamente sesenta días previos al 26 de diciembre del
calendario gregoriano, habida cuenta que los últimos cinco días del año
llamados “uayeb” eran fechados por los mayas aunque excluidos de los registros
cronológicos.
Según se desprende de al menos
tres entrevistas realizadas por Pedro Urutaú Valdez con el actual Jefe de
Gabinete, Marcos Peña, el ingeniero Macri sería un estudioso de las culturas
mesoamericanas con las cuales tomó contacto a partir de sus recurrentes viajes
a Centroamérica, particularmente a Panamá e Islas Vírgenes. La referencia
realizada por nuestro mandatario respecto del tercer semestre, inequívocamente
nos remite a un nuevo ordenamiento cronológico maya que ubicaría al día 25 de
octubre como fecha inaugural de lo que el citado semiólogo denomina “Era
Nacional de la Felicidad”, la cual sería precedida de un decreto presidencial
que estaría en estudio y para lo cual habrían sido convocados personalidades de
la cultura como Luis Pagani, Héctor Magnetto, Aldo Roggio y Alfredo Coto.
Vaya esta advertencia, pues,
para todos mis compatriotas que con entusiasta paciencia aguardan el 1° de
julio para dar rienda suelta a la dicha y el jubileo, a conciencia de que unos
pocos días más de renovados esfuerzos no harán mella en el espíritu afable y
regio que gobierna nuestro entender.
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