sábado, 28 de diciembre de 2013

Brindis



Como todos los años para esta época, amuchados que semos en la consetudinaria mesa del bar fuffé del glorioso, no falta nadies. Presente que dijo primero, el Ruso Urbansky, condecoración Pionero Soviético de Estalingrado, se amuró a una copita de jerez de mientras esperaba a los demás. Carlitos Mercier, infaltable, peronista de Perón y puntero ineternun del que se apunte ganador, se le adelantó a Marito, el pibe de la Cámpora, nomás que pa madrugarlo con salutación de cargada sobradora. ¿Todavía no conseguiste un puestito?, le preguntó, a lo que el Pibe se le quedó mirando con risita de apronte mientras se le arrimaba el Oreja Pérez, su esparring del billar. Más después, el Negro Gutiérrez, el de la gomería del Camino de Cintura, diamante bruto pal minerío esigente de ponedores sin complejos, se apersonó con camisa floriada, leoneras chupín y timbos blancos, para risa del Cabezón Lagomarsino, nuestro campión de bochas, que le seguía de atrás  como inorándolo. Si me preguntan, yo no lo conozco, aclaró mientras cazaba la primera copa.
Por la puertita de atrás, aparecieron las autoridades del club: don Leopoldo Sastre, presi en ejercicio, el Petiso Maldonado, secretario y alcahuete, Josefina García, la tesorera incorrutible, con más la nueva alquisición diretiva que es Mariela Tronconi, la Pipi, profe de patín artístico, un molumento del seso débil, una Minerva guerrera de generosas dotes pal combate, según el doctor Salvatierra, último en llegar siempre trajiado y con la tacorba de bufanda en el pescuezo.  Y ovio, quien suscribe, junto al pibe Garófalo, aljunto secretario de redación.       
Ronda de Cinzano al toque con mucho yelo para fajar el lorca, 32 grados ajoba del ventilador, asegura el Rengo Marinelli que pa la prósima va a poner esplí de esos que hacen saltar los tapones, idea de su jermu, la Divina Colombres, que en demientras repone ingredientes vermuceros, esplica que le gusta dormir con una frazadita liviana aunque sea, con un beibidol, puede ser, pero tapadita, y entonces, nada mejor que el esplí frío calor. Nada más cierto, aporta en el tema el doctor Salvatierra: toda mujer que se precie, raconta, ha de tener los glutios y los pieces fríos en la horizontal posición de la duermevela, natural invitación al dorima pa que le convide con su calor corporal en dichas partes y, de ser preciso, para que labore de vez en cuando en la confeción amorosa, no digamos que esageradamente, de ninguna manera, porque no es cuestión de agotar el estoc y las reservas en una única transación.
Brindis de fin de año y consabida disertación del Ruso Urbansky en referencia al calendario judeo cristiano y sobre el cual, aclara, con las disculpas del caso habiendo damas presentes, me cago, me cago en el año uno y en el dos mil también.
Pasa que hay que tener una referencia, interpone Lagomarsino, ¿cómo haríamos pa estudiar la historia si no fuera por Cristo? ¿Y usté que sabe de Cristo, si esistió o no?, sacude don Leopoldo y agrega: la única referencia debería ser el día de hoy y medir pa atrás. ¿Y hoy que día sería? Hoy sería hoy, es decir, el día 0, ayer sería sería -1, antiayer -2, mañana sería 1 y pasado 2. Pero como el tiempo es relativo, el día 0 de hoy mañana será -1. El año de 1810, pa tomar una fecha patria, sería hoy el año -203 y si lo midiéramos el año que viene, sería el -204, y así de corrido, la mente humana se agilizaría sacando cuentas todos los días, ¿me esplico?
Demasiado para el Negro Gutiérrez: sería un quilombo sería, así no se podría vivir, imaginensén. Sería volver a las cavernas.
Si vos nunca saliste de las cavernas, trina el Rengo desde el mostrador, tu problema sería que tendrías que hacer cuentas todos los días.
¿Y con las facturas como haríamos?, pregunta que se hace doña Josefina, por ejemplo, la de luz, me llegó el 20 de diciembre y vence el 8 de enero.
Sencillo, esplica don Leopoldo, rápido pa las cuentas, usté tiene fecha de emisión 0 del año 0. ¿Cuántos soles hay entre el 20 de diciembre del 2013 y el 8 de anero del 2014, esatamente, debería abonar el día 19 del año 1.
Silencio meditante, sería cuestión de probar, razona el Pibe Marito. Si hay que hacer una reforma costitucional, tenemos mayoría por ahora.
Más silencio. La cosa era brindar, dejensén de joder, salta la Divina Colombres, aparecida luminosa como una diosa con la bandeja y las copitas de champán. Agarren una cada uno y pidan un deseo, dice, pero no lo digan, se lo guardan así no discuten.
Más silencio sepurcral. Nada de boludeces de amor y paz, chanta el Ruso Urbansky, la lucha de clases es un hecho ojetivo de la sociedá capitalista. Eso no pasa en la comunidá organizada del general Perón, le tira al vuelo Carlitos Mercier. Minga que no.
Por qué no se van a cagar, digo, ruega Josefina, la tesorera, estoy pensando un deseo y así no me puedo concentrar.
Piense en Cacho Castaña, pa que se cure y deje el faso, ese es un buen deseo pa usté, doña, es sugerencia de Marinelli.
Si se me permite, truena la voz erudita del doctor Salvatierra, quiero hacer un brindis.
No empecemo con los griegos, por favor, ruega Mercier.
Más mejor que brinde nuestra nueva profe de patín, la jovencita Mariela, aporta el Negro Gutiérrez a lo galán de Migré.
Tranqui la piba. Relojea alderredor. Es nuevita y vista la hondura filosófica de la mesa, como que no se anima. A la final, chin chin, dice.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Moreno por dos



A según sabe explicar el doctor Salvatierra con la erudita verba que ilumina las mesas consetudinarias del bar-biuffé, la historia gusta de mancarse en la repitencia, es decir, que funca como de a rulos, nomás que nunca la cosa que se repite es esátamente igual a la precedente sino que cambia un cacho aquí y otro cacho allá por eso de que las condiciones en que se pianta el suceder son diferentes, ovio, cien año atrás no esistía el lavarropa y la patrona fregaba la samica con las manos y el limzul. Cuestión que, salvando la distancia, me se dio por encender  el mechero de la zabiola con un fóforo comparativo y entonces agarré un apellido y dos nombre diferente que tiro a la mesa truquera como quien sacude un seis de copa en un vale cuatro perdido de antemano.

Del primero, hace docientos años, se dijo de todo menos bonito bien que en boca de bacanes, mercaderes  y acomodados que la pasaban fetén con el reino de los gallegos . Del segundo, lo mismo, por estos días, apostofrado y viliperdiado por la clase cogotuda y por mucha gilada que se morfa lo que sale en la tele o en los diarios sin masticar, como si fuera un flan ravana. El letor más perpicaz ya sabrá de quienes hablo.

Mismo apellido, usté está loco, Marcial, me sacudió don Higinio Carreras, historiador mitrista de dudoso prontuario académico pero aún así gomía de fierro, ¿cómo va a comparar la imaculada figura de nuestro primer periodista patrio con la palurda imagen del luciferino execretario? Ponga los patitos en fila, Marcial, y labure de lo que sabe, me recomendó, los estudios históricos no son pa usté.

Puede ser  que don Higinio tenga razón. A la final, el mismo apellido es una ganga de la genialogía. ¿Cuántos Moreno hay? Cazá la guía telefónica, varón, y no sabés con cual quedarte, me chuzió la viuda de Mazzitelli, médium y tarotista que siempre le adivinó a todo menos al trágico final del dorima, hay Morenos pa hacer dulce y un toco que alguna vez fueron funcionarios. Pero no. Nomás se trata de un juego de concidencias y atenti la estrolada: pocas o muchas, es una cuestión de cojones.

Allá por el 1810, el doctor Mariano Moreno, que ya le venía cospirando al Rey Fernando, se calzó el sayo de Secretario de la Primera Junta Patria y no al dope, es decir, que de figureti no tenía un lope. En realidá, era el ispirador junto a otros de la misma yunta como Castelli, Belgrano y Monteagudo, de la Revolución con mayúscula. Y la cosa no era pa joder nomás. Había que fundar una nueva república y enfrentarse a un imperio. Los muchachos de veintipico de años la tenían clara y sabían que a la hora de tomar venganza, los de la corona eran de temer con el garrote, el potro y la Santa Inquisición.  Tan claro la tenía, don Mariano, que apenas tres meses después de la insurreción porteña, en agosto de ese año, escribió un plan de operaciones como pa ordenar la menesunda, porque estaba claro, a la hora de poner los gobelinos arriba de la mesa, están los que miran pa otro lado, los que te dicen pará fiera, no es pa tanto, los que diretamente la van en contra porque ven peligrar sus bolsillos, y encima, la mersa neutral que por ser neutral pinta con el egoísmo, según dichos mismos del prócer.

Don Mariano no fue el periodista educado, bueno y sencillo que nos vende la historia liberal. No pudo serlo ni queriendo. No era Belgrano el pibe amariconado de los cuadros que nomás lo que hizo fue colgar la bandera nuevita , ni Castelli un charlatán de feria, ni Monteagudo un escritor de biblioteca liviano y sedutor aunque no le hiciera asco a cuanta naifa se le pusiera a tiro. Estos muchachos no se andaban con vueltas, nomás las nesarias como pa no encular a los ingleses, que ya bastante tenían con los gallegos. Y a la hora de repartir biandazos, como don Mariano istruía en su plan de operaciones, había que hacerlo sin asco, por las buenas o las malas, pasando a fierro al que chistara, comprando lealtades si fuera nesario o arcabuciando a los tembleques, porque enfrentarse a los poderosos no es un paseo en sulqui, porque a los dueños de la pelota no se les pregunta si están conformes sino que hay que echarles rienda antes de que te lleven puesto.

Claro que a don Mariano se lo llevaron puesto. Lo liquidaron en altamar y eso es parte de la tragedia argentina porque de allí en más y hasta hoy, garcas de bombacha de seda y mishetones de corbata, mercaderes y banqueros, todos adobados en libras esterlinas o verdes billetes, han lucrado a destajo con la riqueza que el pobrerío les dio, han chantado gobiernos civiles o de birrete a su gusto y en propio beneficio.     

Pasaron docientos años y pintó otro Moreno como pa hacerle honor al apellido. Don Guillermo escribió un plan de operaciones a su manera, cierto que en otro campo de batalla y en otro tiempo de la historia. No lo vio quien no quiso, apelechado en la sonrisa sobradora y bigotera junando de coté la jugarreta venal del bacanaje empresario, de maestre titiritero entre acionistas del Gran Diario Argentino chumbándoles con las cuarenta mal habidas, de varón del ring con los guantes de bos puestos pa recibir a los morfetones de la gran tasa de ganancia, dicen que de pistolero y cauboy con la 45 al cinto entre prestamistas y banqueros, y a todos marcándoles la cancha, porque igual que docientos años atrás, con los poderosos se puede conversar pero antes que echarles rienda y bozal.

Errores y cagadas, debe haberse mandado a montones, pa que negarlo, supone este cronista que no es ecónomo esperto y poco entiende  en el asunto, pero así como recuerda con profunda emoción aquella vez que un presidente fiero y bizcaíno hizo bajar un cuadro del sanguinario dictador, así también se le escalda la zabeca  con la imagen del gran bigote setentista parolando a lo machazo entre el piberío 2012, cagándose posta de enfrente al puterío del libre cambio y los mercados, o agitando a la mersa kirrnerista en prima fila cuando el garquerío campestre se quería chorear la renta sojera sin donarle ni una rupia al estado. Varón de fuste, sin pelos en la luenga, un cinco picapiedra del mediocampo kirrnerista, lo vistieron de Luzbel en la tele y en los diarios y el quía se bancó la malquerencia hasta hace unos días. Le buscaron algún traspié, alguna monetaria tentación, un renuncio a cambio de buena guita, y hasta donde se sepa, el hombre nomás tiene la ferretería de siempre, se luce como el incorrutible Robespiere de los precios, el San Guillermo de del PBI, el verdugo capucha de los mercachifles bonistas que se tuvieron que conformar con los intereses bajoneado del INDEC, en fin, un  tipo común  de la yeca de barrio que labió la prosa sentida de Jaureche o el verso  de Carriego en un Colón hastiado de cogotudos.

Raro de verse en estos pagos, de la economía renunciante al que le chantan la culpa de todos los males, no ostante, pa quien suscribe, don Guillermo tiene eso que mueve a simpatía. A la final, en el toma y daca de la conversa, siempre patió pal lado del pobrerío. Muchos, aunque no lo banquen, le deben el llegar a fin de mes con algún morlaco todavía en el bolsillo, el fortacho que pudieron cambiar, la piecita pa los gurises que están costruyendo, el laburo en la coperativa o la asinación pa la escuela y los libros.  

Es cierto, a este también se lo llevaron puesto. Se hizo de enemigos fieros y son de los que pegan fulero. Consejo entonces, ahora que, como a don Mariano, lo mandan de vigilia a la Europa: guarda, hermano, atenti, no sea que te surtan con cianuro en el puchero del avianca y te tiren desde arriba al medio del Atlántico. Por las dudas, llévate la vianda en un táper. En la valija, poca ropa. Pasaje de vuelta, abierto, no sea cosa que antes que tarde te andemos estrañando.  Por lo demás, no te preocupes. Dejalos que hablen ahora. Dentro de unos años, habrá  quien escriba de los Morenos y te haga un rincón en el palacio de la historia. Coraje.

domingo, 22 de septiembre de 2013

La Hibris no es un bicho

Si lo dice Nelson Castro

Desde que el doctor Nelson Castro, mismo el de la radio y la tele, le dianosticó a la Presi que le adolecía el mal de la hibris,  la resupina inorancia de la muchachada fulgurense se amuchó a la innata curiosidá del ser humano, de lo cual resultó que pasaran las cosas que pasaron, con perdón de la rebundancia. Culpa de nadies que no sea el Cabezón Lagomarsino, radical de Balbín, según se intitula,  ¿si lo dice el dotor Castro, quienes somos nosotros pa desmentirlo?, chuzió de entrada, nomás que terminada la final de la Copa Aniversario Bochas Fulgor de Mayo, como saboreando el espetacular triunfo frente a los tradicionales alversarios del Cultural Italiano. Y agregó pa que a nadies le cabieran dudas: por algo el varón estudió medicina.


Desde allí en más, la cuestión de la hibris fue tema fundamental que tuvo y tiene en vilo a la masa societaria fulgurense. ¿Cuál es la enfermedá que afeta a la Presidenta? ¿Es mortal? ¿O tiene cura? ¿Antibiótico? ¿O un cótel quimoterápico como el del SIDA? ¿O nomás que un tratamiento siconalítico?, como propuso el Loco Mardones, adito al diván desde tiempos imemoriales.


Claro como el agua, nadie mejor que el doctor Salvatierra pa dar las esplicaciones del caso, boga erudito que de medicina no manya ni pío, pero que, pa la cuestión no hace falta, esclareció vez pasada en la mesa consetudinaria del bar buffé ante la mirada atenta de los de siempre.  Es una metásfora, si se me permite, Hibris o Hubris refiere a una concección de la moral en la antigua Grecia, contraria a la mesura, arranyó de prima. La diosa Hibris personificaba a la insolencia, la carencia de moderación, flojera que pa los antiguas habitantes del Mar Egeo era condenable in estremis. Para ser justos, toda la tragedia griega abunda, si se me permite, en héroes que desafían sus límites humanos y desarrollan sentimientos desmedidos, orgullo en eseso, soberbia, todo lo cual los enfrenta a los dioses, ¿me esplico?


No se esplicaba un joraca, vista la trucha del Negro Gutiérrez que gambetiaba entre la extrañeza y  el desconsuelo.  Nadies se muere por eso, falfulló y varios le siguieron la pista. Pa Salvatierra, todo tiene que ver con los grecios, la embarró peor Carlitos Mercier, acá hace falta un especialista en serio. Y mutis por el foro, el boga acusó el golpe: con inorantes no hablo más.


Con todo, la cosa no hubiera pasado a mayores si no fuera porque, a sugerencia de don Leopoldo Sastre, presidente en ejercicio del glorioso, se decidiera convidar a la masa societaria con una charla magistral del profe y licenciado Tobías Martínez, un gigante de la ciencia neurosiquiátrica que hace como treinta años que vive en Guáyinton, o cerca, en Báltimor, pero que lleva la rojinegra en el corazón y cada vez que se apelecha al rioba natal, le pega una visita al club de los amores.


Convocatoria que fue un ésito, el público desbordó las istalaciones del bar buffé, visto que el salón y ginasio siguen en reparaciones. Mesas a pleno, el Rengo Marinelli agotó en un santimén las reservas gastronómicas. De apuró debió mandar a la Divina a comprar gasiosas y drincs al mercado chino de la vuelta y, vista la demanda esistente,  convenció a la hija del Colorado Salas, diecisiete abriles en flor, un molumento generoso en curvaturas e hinchazones, una escultura viviente capaz de hacerle rechinar los dientes a cualquiera, pa que oficiara de mesera y le diera el toque atractivo y eróstico a la velada. Porque pa ser justos, nomás que puso primera, se vio que el licenciado Tobías Martínez, por esperto que fuera en la ciencia, poco manyaba de la facultá oratoria. Mitá en inglés, mitá en criollo, locución monótona como salida de un geloso, labia rebosante de difíciles concectos, nadies entendía un pepino, y ya pasada la media hora, más de uno cabeceaba como espantando a la dormidera.  Preferible escucharlo a Salvatierra, le reconoció Mercier al Negro Gutiérrez, bien que dicho a la oreja pa no molestar al disertante, porque eso sí, respeto asoluto del auditorio, es ley del glorioso que se acecte la libertá de espresión.


Así de corrido, ya alguno le apuntaba a la puerta pa rajarse cuando en de pronto, como ispirado en Yerloc Jolm, Tobías Martínez sacó de la galera el condimento nesario pa sazonar el discurso. La palabra “síndrome” seguida del aljetivo “contagioso”, no importa en qué contesto dicho, sacudió la modorra de la mersa y mismo el licenciado pasó a un segundo plano cuando de una mesa del fondo, la voz sonora de Teresita Casinelli encendió la luz roja del alerta: ¿entonces la hibris es contagiosa? ¿Como la gripe?


Y que se pensaba, señora, la atajó la viuda de Roldán, tarotista especializada en borra de café, empacho y mal de ojo, de antiguos enconos con la dicha Teresita. Si es un síndrome, es un bicho, virus o batería, y por endes, tramisible por vía sesual o buco faringia, esplicó, es lo último en enfermedá, ¿o usté no lee los diarios?


Llegado al punto, el profe Tobías Martínez se mandó a guardar. Lo miró a don Leopoldo, oficiante en moderador, como diciéndole que ponga orden, pero ya la cosa se había espiantado de los carriles. Para chamuyar sin fundamento, nadies más acto que don José Renancó, viejo habitué de neurosiquiátricos y muy leído de su mismo padecimiento: el síndrome de la hibris que la afeta a la Presi, es una bateria unicelular que se mete en el tejido nervioso y te da como un calambre en el celebro, entonces, las conesiones termolétricas neuronales le pifian ojetudamente y se trabuca toda la maquinaria pensante, sos como zombi, sos, o algo así.


Quien fuera a confiar en el dianóstico del loco Renancó, alguno que otro, nunca faltan, pero por las dudas, don Leopoldo, atinadamente, salió al ruedo pa tranquilizar: por favor, tranquilos, la hibris no es un bicho y menos es contagioso.


Pero la duda estaba echada y el Negro Gutiérrez, el de la gomería, bueno para nada, se plantó de firme. Con todo respeto, acusó, si la hibris no es un bicho, ¿cómo se enferma uno? A mí me suena como la ladilla, como trasmisión sesual, como decir, me agarré la hibris.


¿Qué quiere insinuar?, saltó la Turca Salum desde otra mesa, como con un resorte en el tujes,  ¿qué la presidenta lleva una vida sesual indecorosa?


Por ahí se la contagió el dorima, sugirió el Cabezón Lagomarsino, radical de Balbín, a pleno una sonrisa sobradora. Dicen que el tuerto no le hacía asco a nada.


Quilombete asomando, el profe Tobías Martinez amenazaba con el espiro mientras don Leopoldo llamaba al orden, vista las derivaciones políticas del caso. Estamo aquí pa esclarecer una cuestión médica, dijo. Pero nadies lo escuchó, y menos el Rengo Marinelli, desde el mostrador, más que feliz con las ventas del bar buffé: la hibris no se compara con la ladilla, dijo como pa que todos lo escucharan. La ladilla te da picazón pero no te afeta la mente.


¿Y vos qué sabés de eso?, saltó celosa la Divina Colombres, comigo nunca tuvo esa porquería ni la hibris, habrá sido con otra, con la Sansosti, esa gorda  que le anduvo rondando, no sé qué le vio.


¿Qué dice? Era un camión, la Sansosti, saltó el Petiso Fuentes, por tórrido romance que siempre le atribuyeron con la susodicha. Además, no tenía la hibris. Era otro bicho, algo de gono o algo así.


¿Gonorrea?, adivinó Sara Amati, la diretora de la escuela 24, siempre hay que usar profiláticos.


Eso, pero se cura fácil con antibióticos, así que no era la hibris, ratificó el Petiso.


Silencio, por favor, rogó el Presi don Leopoldo, más respeto por el licenciado, dejenlón terminar de esponer.


Minga. Cuando la mersa se cansa, hace tronar el escarmiento, y después de tantos años viviendo en Guáyinton, Tobías Martínez estabas lejos de entenderlo. Amenazó con levantarse de la silla, pero don Leopoldo lo contuvo.


La enfermedá de la hibris afeta a cualquiera, saltó el Ruso Urbansky, listo pa sacudir un comentario más cítrico que el pomelo y medio que riéndose. Es como una gripe machaza bien porteña, como el tango. La bobe se la agarró comiendo kneinelaj en un cumpliaños, recién llegada de Polonia, y enseguida se hizo argentina, como un bautismo de nacionalidá que fue.


¿Gripe A o de la común?, alguien preguntó del fondo.


Alguno que otro despachó risita, pero más serio que momia egicia, el Colorado Salas, mismo el padre de la piba atómica que hacía de moza, se quejó con motivos: acá se han hablado de cosas sesuales y hay menores que escuchan y no está bien. Ovio, se refería a la hija.


Anahí, la hija del Colorado, ni mosquió. De dorapa junto al mostrador, era una invitación al crimen. El Oreja, ladero del Pibe Marito en el billar, la junaba como embobado y trinó por lo bajo: que viejo boludo, la Anahí se conoce el camasutra de memoria.


Silencio, por favor, volvió a pedir don Leopoldo.


Silencio un joraca. El auditorio fulgúrense se desbocaba como en los mejores tiempos, como cuando la verba incendiaria del gran Ismael Celentano hervía la sangre.


Si se me permite, talló el doctor Salvatierra, tras este dislate sin parangón en la historia de nuestro glorioso, me siento en la obligación de opinar.  


No salga con los griegos, doctor, le rogó la Divina.


Yo también quiero hablar, saltó Luisita Sanguineti. Pregunto nomás, ¿si el mal de  la hibris es contagioso, como dicen, no habría que evitar los lugares cerrados, con poco aire? Por qué no abren la ventana, digo.


¿Pero quien va a tener la hibris acá?, inquirió el Ruso Urbansky. A lo sumo la Presi se lo habrá contagiado a un ministro, o alguien que estuvo cerca.


Justamente, siguió Luisita con su razonamiento. Primero un ministro, después un secretario, después otro, después al Cuervo Larroque, y de ahí a uno de la Cámpora, a otro de la Cámpora, a otro y a otro, y así, ¿cómo saber?


Silencio sepurcral. Como en cámara lenta, las cabezas fueron girando hacia las mesas de billar, mismo donde Marito, el pibe de la Cámpora, taco en mano siempre, miraba pal cielo raso silbando una canción de los Redondos.    


Cancha abierta para Carlitos Mercier, peronista de Perón con más camisetas que veterano del papi fulbo, hoy puntero que saltó el charco. Masista de la primera hora, sacudió de una: Marito está enfermo de la hibris, seguro.


Silencio más sepurcral.  El Cabezón Lagomarsino, mientras le hacía a los manices con nerviosa  masticatoria, susurró lo de siempre: ta que los parió, todo nos lleva a la interna peronista. Al lado de él, el Ruso Urbansky se quejó de que tenía la mondonguera flácida, como pa cambiar de tema, pero el doctor Salvatierra, al tiempo que empinaba la última gota de Gancia, lo volvió a la realidá: tanta zoncera junta, a la final, más de uno se la termina creyendo.


Hay que decirlo: el aire se cortaba con yilé. Cualquiera sabía que donde el Pibe Marito abría la boca, se podría todo, visto que pa la chicana, nadies como Mercier tenía la lengua afilada. Pero si para algunos la cosa pintaba de chacota, para otros, la inocente credulidá metía julepe. ¿Así que el chico aquel está enfermo de la hibris?, preguntó la vieja Marincovich, ¿no debería ir al médico y hacerse ver? Mire si es mortal. En una de esas ya inventaron una vacuna.


Justo el pie que andaba buscando Mercier. No hay vacuna pa la hibris, abuela,  y los primeros que se la agarran son los imberbes, chantó sin vueltas, estocada al cuore, cachetazo en seco.


Silencio mortuorio, los ojos todos clavados en Marito, como reclamándole una respuesta. Hasta el profe Tobías Martínez, de indinnado por la falta de respeto, por un istante pasó a interesado oservador de la conduta humana.


Cara de póker, taco en mano y a paso indolente, el Pibe de la Cámpora dio una vuelta alderredor de la mesa del billar, acarició el paño verde, fértil llanura de las tres bolas, y se acomodó como para el primer tiro.


¿Y? Nada. Nada de nada. El profe Tobías Martínez, ya de pie, anunció su retirada. Es una falta de respeto, acusó a don Leopoldo, que en vano quiso disculparse esplicandole eso de la discusión de las ideas. Una mierda la discusión, yit, se despidió en inglés, y así como así, le apuntó a la salida, caminando como ánima en pena por entre las mesas ante la atenta circuspeción del auditorio.


Desde el fondo, alguien lo aplaudió. Seguro que Carlitos Maldonado, secretario de actas, por alcahuete de don Leopoldo. Y silencio meditante a la postre, de otra mesa pidieron la cuenta, y de otra se movieron como pa rajarse, visto el final abructo del entuerto y haciendo provecho de la confusión.


Que nadies se mueva sin garpar, rogó a los gritos el Rengo Marinelli mientras la Divina apuraba la cobranza. Y allí fue que al Pibe Marito le dio el ataque de la hibris. Primero le agarró como un tembleque y se entró a poner verde como el increíble Julk pero sin tanto músculo, después se le traformó la cara, que parecía un salame Milán, lleno de forúnculos, y a la final, pegó un salto, lo cazó del cogote a Carlitos Mercier y con los dientes le enchufó la hibris en la yugular, y allí me desperté, fiera, todo chivado, como si hubiera corrido una maratón, y me toqué todo, por las dudas, y no, no tenía la hibris, contó  Marquitos Garabaglia mientras la Divina Colombres chantaba la segunda ronda de vermuces.


   




sábado, 27 de julio de 2013

El Candidato de la Gente



Como dice el gotán de Petorossi y Lepera, “el musculo duerme, la ambición descansa”, verdadera tesis poético-fisiológica que no merecería reparos si no fuera por el hecho de manyar, este cronista, la historia verídica de un criollazo varón para quien el sueño, aún inducido por machazo ansiolítico, no da reparo a la apetencia. Más peor, pareciera que en los brazos del Morfeo, la aspiración acomodaticia, mismo que una planta carnívora del trópico, le germina con renovada virulencia en las entrañas.
Hace como cinco años o poco más, Marcelino Garófalo, primo lejano de mi ayudante aljunto, más conocido en los pagos de Vidal como Larguilucho por esa pinta de cofla abacanado, de profesión tornero por herencia paterna, en sano uso de sus facultades según espertos, aunque atacado por alguna virosis esistencial al decir de Margarita Salas, parasicóloga, tarotista y vidente de reconocida trayetoria, decidió que su norte estaba en la política, pero en la política en serio. En la profesional, le esplicó a la vieja, y así que de un día para otro, largó el laburo que tenía en el taller y empezó a meterse en el ambiente para ponerse al tanto de la menesunda.
Cuarenta pirulos casi, secundaria completa en la noturna de la Normal y avispado lector de El Vidalense, semanario político cultural del municipio, lo primero que se dio cuenta fue que tenía reforzar el inteleto, es decir, que a lo menos, refrescar aquello que la falta de aplicación prática se le había olvidao en las verijas: algo de la historia, de la giografía y, más o menos, de la economía. En suma, un poco de todo pero sin esagerar, cuestión que resolvieron unas pocas clases particulares con la señorita Laura, maestra de sesto grado y una eminencia conositiva capaz de recitar el Manual Kapeluz del Alunno Bonaerense de corrido y sin ojear.
La segunda cosa que tenía que resolver era un asunto de conversa, y no porque le faltara el don espresivo, que para dar fe había una pila de naifas, chaladas todas por su labia sensual y entradora, antesala de notables ésitos amatorios. Parolar de corrido y con  solidez de fierro en asuntos del bien común, eso no era, ni es, moco de pavo. Eso no está en los libros, lo adotrinó el doctor Argüello, viejo caudillo toldense de los tiempos de Balbín, aprender a escuchar, tirar una pista sin arriesgar tanto, probar de a poco, como decir, probar con la puntitas de los pieces  antes de echarse al agua.
Sabios consejos que hubo de calar a tiempo, ninguno como los de don Jacinto Sureda, ferroviario jubilado que supo recibir un diploma del General Perón allá por 53, el mismo que hoy le cuelga de cuadrito en una pared de la cocina. Tenés que armar tu kiosco, le apuntó don Jacinto, sin vidriera puesta ningún negocio funca, y eso sí, peronista, pero peronista en serio, porque desde el 45, la historia de este ispa pasa por ahí.  
Con semejante bagaje conositivo, Marcelino Garófalo se atornilló a la militancia. El taller de tornería, a fines del 2003, pasó a ser el físico domicilio de la Agrupación JDP, “corriente del pensamiento justicialista inspirada en las veinte verdades y abierta al entendimiento con todos los hombres y mujeres de bien que hacen al suelo argentino”, según le escribió el mismo don Jacinto Sureda en el acta fundacional.
 Primero lo primero, ya investido en condutor indiscutido, el Larguilucho se caminó los pagos de Vidal pa levantar un toco de fichas afiliatorias de su propia confeción, cuestión que resolvió con facilidá por ser lunfa bien querido y simpático además de avezado hablador. ¿Quién le iba a negar una firma? Nadies.
 Así que así, con semejante poderío en cartón, se aposentó a la intendecia, hizo migas con algún funcionario, plantó bandera y pa las eleciones del 2007, no ostante que en el acto de la Plaza Belgrano moviera tres bondis repletos con acólitos de “Garófalo Condución”,     se bancó que en el armado de las listas lo ningunearan. 
¿Por qué? ¿Qué le faltaba? ¿Dónde le había pifiado? Tranquilo, tenés que ir de menor a mayor, le batió el Sordo Amicuchi en un mitín del conurbano, puntero de Avellaneda con más calle que un trapito. Lo que necesitás es un esponsor, banca, mosca, y cuidá el kiosco, que nadie te lo afane.
Claro como el agua, Marcelino Garófalo le dio matraca al esponsoreo. Apuntó a “Corralones La Negra”, a cambio de futuro protagonismo en la obra pública vidalense, al “Mercadito Fer-Lau” y a los hermanos Guerrero, los de la agroquímica. Con todo, suficiente para asegurar la necesidá militante hasta la prósima eleción, guita pa los trapos, bombo y redoblante, y fundamental, pa inagurar un comedor infantil Copa de Leche JDP , dos meses antes de las eleciones del 2009.
Kiosco puesto, buen esponsoreo, no era pa regalarlo en la primera de cambio. Fama, necesitás fama, volvió a aconsejarlo el viejo Jacinto, ¿no viste que los ricos y famosos siempre tienen un lugar en los cargos? Y sí. Millonario no, pero para famoso tenía orginalidá. A la verdá del decir, en los pagos vidalenses, los laureles no eran tan difíciles de alquirir. Se anotó pa los  15 km de la maratón Arroyo Seco-La Dormilona, corrió la mitá y pa lo que le faltaba, visto que no llegaba ni a placé, garpó taca taca para que el viejo Obdulio Bernal lo llevara en la Ford por un lateral y lo depositara a cien metros de la posta final. Récor asoluto, hasta el colombiano Bernabé Díaz Baliña, notable maratonista de lustre internacional, tuvo que acectar el veredito de un jurado más localista que referí en cancha de Chicago.  Cuestión fue que Marcelino Garófalo se paseó por el trocén de Vidal bajo una lluvia de papel picado.
Puesto asegurado y espetante, a lo menos pa una concejalía, se puso la camiseta kirrnerista full full y salió a la cancha con cartel de foto truqueada donde se apelechaba abrazado a la mismísima presidenta. Jugó fuerte y fue un pecado. Con el bardo de la 125, pocos votos cosechó y encima lo garcó un fiscal de la mesa 43 cuando le tapó una veintena de papeletas. No entró por un pelito. Lo más que pudo, fue meter tres gomías de fierro en los despachos municipales, uno de inspetor en la dirección de tránsito y dos empleados rasos  en la de cultura. Pequeño espacio de poder pero espacio al fin, le dijieron, seguí militando que se te va a dar.
Tenía razón don Jacinto Sureda con eso de probar de a poco y no regalarse, dedujo. Y cuidar el kiosco, atenti, porque pa cuando murió el Néstor, se amucharon montón de pendejos que venían con toda la banca de arriba y con más cuerda militante que muñeco a pilas de la China. Por poco, casi que le coparon la JDP. Tenés que definirte idiológicamente, le esigieron, justicialista no alcanza, o estás con el proyeto o sos de la contra.
Marcelino Garófalo no iba a cometer el mismo error dos veces. Aprendé de Sioli, juná cómo hace la plancha, lo adotrinó el viejo Argüello. Peronista librepensador, esa es la justa, hizo el cálculo, pero algo le faltaba.  Cintura, flaco, te falta cintura, lo apioló el Petiso Alorsa, con los pibes kirrneristas todo bien pero son muy idiológicos y no tenés chance,  jugá por afuera que despué, pa negociar, hay tiempo.
Y le hizo caso. Larguirucho limpió la JDP con creolina, lo que es un decir. Barrió al piberío con escopeta al hombro, se puso el casco de motonauta y pa las internas del 2011 laburó a dos puntas moviendo el fichaje de un lado a otro. Kirrnerista pero no tanto, a la final se jugó con el Movimiento Vecinal JDP, sigla puesta en honor al poeta gauchesco vidalense José Dionisio Papalardo, varón de a caballo cuyas rimas trascendieron el ispa todo.
El resultado del 2011, ya se sabe. La presi arrasó en Vidal y el Papalardismo se quedó mirando el espetáculo de afuera. Con todo, sin embargo, Larguirucho ya se movía en el ambiente  como bagre en el Paraná. Nadies lo iba a correr por el costado, ni por derecha ni por izquierda. Quien quisiera ser taita en Vidal, tendría que negociar con él. Y dicho y hecho, aseguró arrime en la Seguridá, donde metió dos policías de calle, tres empleados en la Jefatura y un comisario amigo en la departamental, negocio redondo para apuntalar las finanzas de la JDP.  
Dos años pasaron desde entonces. Hay quien dice que a Marcelino Garófalo, el Larguilucho, le falla el olfato pa entender por donde viene la mano, que siempre queda en orsay pero que, si algo hay que reconocerle, es su costancia, su fe endurecida en la derrota. Como sea, ahora está convencido de que tiene todo pa ganar.
La avivada le vino de las islas del Tigre, donde el Ñato Paredes tiene una casita pegada al arroyo Bermúdez. La onda viene laig, sin azúcar pero con mucho edulcorante, le cantó el Ñato, si no tenés lugar, pegate a Massita y en esta, seguro que mojás. Y si no es en esta, en la prósima, porque atenti, y aquí el gomía le guiñó un ojo bien piola, nadies quiere calarse la mortaja. La sucesión viene pidiendo cancha…
Massita… Y si, Larguirucho ya la venía masticando como chicle nuevo. Pa colmo o por suerte, lo entusiasmó el viejo Sureda. Jugá al misterio, flaco, que el resto, con prensa, viene solo. Jugá bien astrato, como un fraile, jugá. Único proyeto:  hacer bien las cosas. ¿Qué cosas? Las cosas, macho, ¿no sabés qué son las cosas?  ¿En la oposición? De ninguna manera, siempre con espíritu construtivo. ¿Con la Presi? No te dije, siempre construtivo, siempre con la gente y para la gente. ¿Y el proyeto? El proyeto es la gente, flaco, la gente, ¿no entendés? Pero… Pero nada, construtivo, bien de cura, un ladrillito y otro y otro, y así, no digas más, no hablés, y si hablás, hacelo onda Kunfú. Pensá en la gente.
Hace cosa de un mes, bajo la alvocación justicialista “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, Marcelino Garófalo relanzó la JDP, “la Jugo de Pomelo”, única agrupación cítrica del Frente Renovador Vidalense. Anotado pa intendente, ya es el candidato de la gente. En antoliógica entrevista concedida a la FM Palenque Vidaleño, el varón se despachó con la frase matadora que hoy hace furor en las arboladas avenidas de la centenaria ciudad pampeana: mi mayor ojetivo es la gente…