Parolas del
mismísimo, se despertó una de estas noches y, cuidando de no despertar a su
hija Antonia, con quien hace co-lecho según sarepe, le apuntó derecho al ñoba y
en de pie, dando placentero alivio a la vejiga, chantó una máxima sorprendente
digna de un estadista: soy el presi argento, qué lo parió, cuánta
responsabilidad tengo. O sea que, así visto, el ingeniero se apila a notables
conclusiones con la marsopa entre los dedos.
Una cosa
está clara. Pal varón hecho y derecho, la acción de sujetarse y presionar su
herramienta distintiva, es una fuente manantial de riquísimas inspiraciones. Y
no se trata aquí de onanísticas fantasías, bien que nesarias para una práctica
manual que hace a la salud física y mental. Se trata sí de la autoridad con que
la cavernosa elongación masculina se comunica con la células nerviudas del
cerebro pa despertar la autoestima a la vez que abrir las puertas al
conocimiento y la creatividad. Ejemplos sobran en la historia, desde Marco
Ulpio Trajano, quien tras la anexión del reino nabateo alcanzó la máxima
expansión del imperio romano frotando en cada conquista su viril miembro hasta
Barak Obama, con idéntico manoseo, en ocasión de seleccionar, como Premio Nobel
de la Paz que era, el arsenal de bombuchas de fósforo y racimo con lo que
sostendría la invasión a Libia en el 2011.
Artistas del renacimiento como Diego Velazquez y El Greco, sabido es que
apelaron al fálico albedrío pa inspirar muchas de sus obras insinuando más allá
de las apariencias, cosa de burlar la hoguera de los frailes, y sin ir tan
lejos, el notable poeta fulgurense, don Ramiro de la Fuente, en el prólogo de
su obra “Paginas del Nabo”, confiesa sin pudor alguno, “la mecánica caricia que
precede la pujanza virtuosa de mis versos”.
Sujeción inevitable
pa impedir que el chorro salga disparado a la bartola, no es de extrañar,
entonces, que Mauricio se asome a tal místico arrebato, más aun considerando una
genealogía que lo emparenta a lo profundo de la camorra calabresa donde la
agarradera suele acompañarse del exaltado grito “Vieni qui, mangiare de questa”.
Descubrir, a casi dos años de asumir su mandato, que es el presidente argentino
y le cabe responsabilidad por los hechos, es sin duda un paso adelante,
profecía poronga que se cumple a rajatabla como corolario de su acamalada carrera empresarial, por cierto que más turbia
que el agua del Riachuelo. Le queda por delante levantarse todas las noches,
cazar la manguera sin asco, cerrar los ojos y amucharse al cantarino fluir de
las orinas pa descular nuevos colofones
que lo pongan a la altura de los próceres. Eso sí, evitando que se despierte
Antonia, pobrecita, que nada tiene que ver por ahora con mafias, negociados ni
contrabandos.