jueves, 3 de agosto de 2017

Con la marsopa en la mano


Parolas del mismísimo, se despertó una de estas noches y, cuidando de no despertar a su hija Antonia, con quien hace co-lecho según sarepe, le apuntó derecho al ñoba y en de pie, dando placentero alivio a la vejiga, chantó una máxima sorprendente digna de un estadista: soy el presi argento, qué lo parió, cuánta responsabilidad tengo. O sea que, así visto, el ingeniero se apila a notables conclusiones con la marsopa entre los dedos.

Una cosa está clara. Pal varón hecho y derecho, la acción de sujetarse y presionar su herramienta distintiva, es una fuente manantial de riquísimas inspiraciones. Y no se trata aquí de onanísticas fantasías, bien que nesarias para una práctica manual que hace a la salud física y mental. Se trata sí de la autoridad con que la cavernosa elongación masculina se comunica con la células nerviudas del cerebro pa despertar la autoestima a la vez que abrir las puertas al conocimiento y la creatividad. Ejemplos sobran en la historia, desde Marco Ulpio Trajano, quien tras la anexión del reino nabateo alcanzó la máxima expansión del imperio romano frotando en cada conquista su viril miembro hasta Barak Obama, con idéntico manoseo, en ocasión de seleccionar, como Premio Nobel de la Paz que era, el arsenal de bombuchas de fósforo y racimo con lo que sostendría la invasión a Libia en el 2011.  Artistas del renacimiento como Diego Velazquez y El Greco, sabido es que apelaron al fálico albedrío pa inspirar muchas de sus obras insinuando más allá de las apariencias, cosa de burlar la hoguera de los frailes, y sin ir tan lejos, el notable poeta fulgurense, don Ramiro de la Fuente, en el prólogo de su obra “Paginas del Nabo”, confiesa sin pudor alguno, “la mecánica caricia que precede la pujanza virtuosa de mis versos”.

Sujeción inevitable pa impedir que el chorro salga disparado a la bartola, no es de extrañar, entonces, que Mauricio se asome a tal místico arrebato, más aun considerando una genealogía que lo emparenta a lo profundo de la camorra calabresa donde la agarradera suele acompañarse del exaltado grito “Vieni qui, mangiare de questa”. Descubrir, a casi dos años de asumir su mandato, que es el presidente argentino y le cabe responsabilidad por los hechos, es sin duda un paso adelante, profecía poronga que se cumple a rajatabla como corolario de su acamalada  carrera empresarial, por cierto que más turbia que el agua del Riachuelo. Le queda por delante levantarse todas las noches, cazar la manguera sin asco, cerrar los ojos y amucharse al cantarino fluir de las orinas  pa descular nuevos colofones que lo pongan a la altura de los próceres. Eso sí, evitando que se despierte Antonia, pobrecita, que nada tiene que ver por ahora con mafias, negociados ni contrabandos.