A propósito del pasado 8 M, hay que
reconocer el esfuerzo que hacen algunos varones veteranos de ley para adaptarse
a los nuevos tiempos. Caso emblemático, el Negro Gutiérrez, el de la gomería
del Camino de Cintura, ha merecido el reconocimiento de las damas fulgurenses
sin esección. Y es que con 60 pirulos a cuenta, criado a los sopapos pero con
leche de ordeñe, no descremada, chuño de maicena y algún churrasco de vez en
cuando, hijo de la escuela normal sarmientina y fajado por la davi en un ispa
que le pijoteó las ganas, más no se le puede pedir.
Pongámoslo así, el Negro Gutiérrez viene
abrazando la causa femenina como puede y le da el cuero. Pruebas al canto,
hasta su próspero comercio de historia varonil hoy parece una boutique finoli
del trocén. Hay que ver las paredes del ofice, antes tapizadas con un almanaque
de 1974 con la foto Úrsula Andress en bikini y una propaganda de Fate con una
nami en tarlipes recostada en el capó de un auto, hoy reemplazadas por un
sobrio calendario japonés con foto florida del Monte Fuji, donación de
Tintorería Kashima. Ni hablar de que dos meses atrás, precisado de ayudante en
el duro oficio de gomero, puso cartel atento en la pizarra de la calle: “Se
precisa mujer joven, buena presencia con experiencia en yantas y afines”, lo
que mereció la atención de una clientela reacia a dejar en manos de una piba la
salud de trenes delanteros, cubiertas, alineación y balanceo. Con todo, la
presencia de Marta “La Pantera” Aloise, enfundada en místico jardinero azul
engrasado hay ya es parte del paisaje comercial y a nadie extraña su habilidad en
el manejo del criket, la cruceta ni el ojo de halcón que tiene pa descular el
punto preciso de una pinchadura en el piletón con agua.
A conciencia de sus limitaciones, el
Negro Gutiérrez no se cansa de pedir disculpas al universo femenino cada vez
que le salta cultura machista de la que fue víctima. Sabe que no es fácil
cambiar de un día pa otro. Autor de afamados piropos en su juventud, entre los
que resaltan “si la belleza fuera un crimen, ya te hubieran dado perpetua” y el
más zarpado “si esa es la cola, cómo será la película”, el Negro ha optado por
pegarse los labios con poxirrán y se ha propuesto combatir el tigre que lleva
adentro, domesticarlo y convertirlo en un gato inofensivo que merezca la
aceptación del sexo opuesto. Ha dejado de seguir en la tele a Tinelli con su
exhibición de performances que transforman a la mujer en una mercancía,
asegura, y con la misma decisión rechaza
la tentación de observar en exceso el paisaje nefando de algún escote
pronunciado, de algún pantalón o remera en extremo ajustados a las formas a
sabiendas de que tal consumo visual puede agredir la condición humana de la
portadora en cuestión, actitud que ha llamado la atención de la Divina
Colombres, nuestra anfitriona en el bar buffé del glorioso, siempre fajada de
matambre con su pilchería estrecha.
Su vida familiar ha redundado de un
tiempo a esta parte en conductas significativas que lo enaltecen como hombre
moderno, aun cuando no siempre se le reconoce su voluntad de fierro. Su jermu,
ahora “compañera”, la Ñata Antúnez, no sale del asombro cada vez que el dorima le
encara al lavado de los platos y a sus propias pilchas. Sin embargo, su hija, madre del Carlitos y la
Yudith, de 6 y 4 años respectivamente, le ha prohibido visitar a los nietos
desde que como abuelo querendón, le regaló al pibe un juego de cocina de
plástico chino para que se vaya educando en los quehaceres hogareños que los
nuevos varones deben asumir, a lo hija que le respondió de mala manera: “Rajá,
viejo, ¿querés hacerlo maricón?” Por las dudas, la pelota de fulbo que le había
comprado a la Yudith, la tiene guardada en el ropero a la espera de que su
propia hija evolucione mentalmente como pa entender la nueva ola.
La muchachada del bar buffé,
incluido el doctor Salvatierra, saluda con aplauso cerrado la marea feminista que
ha ocupado nuestras calles en defensa de sus derechos. En nombre y
representación de nuestra mesa, el Negro Gutiérrez viene de participar
activamente en la movida del 8 M, donde, hay que decirlo, la imcompresión de
algunas ninfas lo tuvieron a maltraer. Y es que, gomero de tradición, las manos
curtidas de negro en el duro oficio, la tapín de macho retacón y musculoso y,
quien sabe, la mirada extraviada innecesariamente entre tantas tetas al aire
que tuvo a la mano, por ahí le jugaron una mala pasada y tuvo que rajar por la
tangente perseguido por una horda de muchachas exaltadas. No ostante, ya se
dijo, voluntad de fierro, nuestro varón se disculpa y confirma su decisión
inquebrantable de reconversión, a tal punto que la Subcomisión de Damas
Fulgurenses, hoy Comisión de Género, ha decido otorgarle la Orden al Mérito
Ismael Celentano por su compromiso con la causa.