Parafrasiando al gran pensador
libio, Abdul Asib, después del viento, el camino en el desierto nomás lo juna
el camello. Así que a sabienda de lo dicho, la vena sanguínia del cronista se
dio a pichulear como pudo en las arenas ardientes de la justa eletoral. Con
esta consinna, bien temprano, se calzó pilotín, talompa impermiable y las galochas pirelli pa zambullirse en el
barro del sufragio junto a su coequiper y secretario aljunto, el Pibe Garófalo,
bien que munido de su geloso portátil y la kodak istamátic con rollo de 36 más
uno de repuesto, cosa de apelechar testimonios en las mesas de votación de la
Escuela 24.
Ocho de la matina, un gorra nos
atajó en la puerta de la istitución. Aquí no pasa nadies, de arranque la cosa
viene lenteja, nos apuntó, pa acomodar tanta boleta haría falta un crupier de
casino, mismo que pa completar la autoridá competente. Junando de coté, don Hilario Martínez, 85 pirulos,
asentía con la zabeca. Desde las siete que estaba plantado a la espera , contó,
termo en una mano y mate en la otra, y por nada, porque se despierta a las
cinco, de costumbre nomás, y un domingo diferente, a esta edá, hay que
aprovechar las cosas diferentes. ¿Una fotito, don Hilario?, le chantó el Pibe
Garófalo. Y ahí posó el jubilete, sonrisa ancha, la postiza bailándole un gotán
entre los labios. Yo sé que a esta edá no tengo obligación, me trinó a la
oreja, pero soy radical de cuna, hombre de Irigoyen, nunca falté a la cita. ¿Y
a quién va a votar, don Hilario? A la Unión Cívica, ovio. ¿Eso esiste?, le
preguntó el Pibe Garófalo. Don Hilario miró pa arriba, pa los costados, pa
abajo, como si lo vinieran vigilanteando. ¿Este muchacho será de los
conservadores?, me preguntó.
Nueve a tiro, según un cana
banana, antroden la escuela, seguía el bolonqui
de aprestos, apile de boletas, letura de instrutivos y controles. Afuera,
en la vedera, la diretora de la escuela, Sara Amatti, se emprestó al reportaje.
La prósima, que traigan changarines, traigan, esto es un quilombo de papeletas,
anunció con aplomo docente. Y mirando la istamatic del Pibe Garófalo pero más a
la mersa que empezaba a arrempujarse inquieta en la tapuer del cole, sentenció:
pa encontrar un candidato, hay que venir con brújula y astrolabio.
Así que el julepe ya estaba
istalado. Lo más mejor es traer la boleta de la casa, se jugó el Negro
Gutiérrez. Esa puede ser trucha, le retrucó una doña que bajó de un auto
polenta, pinta abacanada, lo mejor es tomarse el tiempo que haga falta y pensar
bien antes de votar, no dejarse llevar por los planes sociales ni dejarse arrastrar
por un puntero o por promesas. Pero ni ahí, terció Catalina, la jermu del
Negro, el cuarto oscuro no está pa hacer
siconalis, lo que haiga que pensar se piensa antes, doña.
Nueve y piquito, se abrió la
compulsa y primera en votar fue la viuda de Graciani, mesa 312, que entró al
cuarto oscuro como asomándose al castillo de Drácula y salió más peor, la jeta
de blanco teta. Me marié, casi que me pierdo y no encuentro la salida, esto es
peligroso pa la salú, se avino a la pregunta. Pa la encuesta en boca de urna,
¿a quién votó?, la inquirió mi secretario. Mirada perdida en lotanza, la
doña se confesó: me sarepe que le pifié,
había varios con bigotes…
Y claro está que peor le fue a
don Hilario, que atrás de la viuda salió cortando clavos. Una vergüenza, la boleta
de la Unión Cívica no está, fue vítima una vez más del fraude patriótico, se
quejó. Y hubo que atajarlo de las verijas cuando alguien se le rio, que fue el
Cuervo García, cuando le sacudió que te quedaste en el tiempo, vejete, ahora
los conservadores son ustedes. Todos son la derecha y el ajuste, se prendió la
hija del Gringo Cortese, deneí en la mano y en la cola que empezaba a estirarse
a la entrada, la única oción es la izquierda de los trabajadores, giles, plantió
y se le puso de punta Huguito Zacarías, el del Corralón Yeny, que la sofrenó
con lo del voto cantado, gurisa, así no vale.
Para la once, hay que decirlo,
las colas de sufragantes sacaban punta y la puerta de la escuela 24 parecía la
entrada a la cancha de un clásico. El único beneficiario era el Ratón Cantili,
busca del año cero, plantado ajoba de la ochava con una mesita donde ofrecía
tijeritas made in China pal corte de boletas. Salen como agua, salen, se
relamía, por la módica suma de 10 pesos, después le quedan a los pibes para la escuela.
En la mesa 324, la cosa ardía de
indispuestos. El presidente, un tal Guerrero, ascultaba los deneís como un
tordo con tetoscopio, así de desconfiado, y pa colmo, cada uno que entraba al
oscuro se quedaba durmiendo la siesta en el colchón de boletas. Asomado el
mediodía, la cola de la 324 salía a la calle y el Gallego Huerta puso el grito
en el cielo: apurensén que se me pasan los ravioles. Y el que no manducaba
pasta, seguro le hacía a los bifes. Te dije que hoy no daba pa la parrilla, se
le quejaba Celeste Farías al dorima, recién casados los dos y ahora asomándose
al divorcio por culpa del sistema eletoral. El pechito de cerdo, mejor hacerlo despacito,
le esplicó el quía al geloso del Pibe Garófalo, no hay que darle bola a las
minas.
Centrojás creativo, siempre la
bocha al pie, este cronista jugaba de local en el rioba que lo vio nacer. Encuesta
a boca de urna, para “Voces Fulgurenses”, a más de uno, tiempo atrás, ni hacía
falta preguntarle por el voto. Pero ahora es diferente, me explicó Dino
Ferretti, hay peronista pa hacer dulceleche en todas las listas y acordate,
Marcial, vos antes sabías que los hermanos Ranieri votaban en bloque, eran de
la primera hora, ¿y ahora? Es como que ponen huevos en todos los nidos,
entendés. Ahora vos le preguntás, a los Ranieri digo, ¿a quién votan, che?, y
los tres se hacen los otarios, se desconfían entre ellos, ¿entendés? Más o
menos, le dije y encaré a Marcelito Salerno, recién recibido de arquiteto. ¿Cómo
votaste?, le inquirí de sopetón. Voté de parado porque faltan sillas, me
chivateó al tiempo pivoteba con el piné de una bailarina del Maipo y me daba la
espalda.
Laburo ingrato el del cronista, de
escasani recompensa, hay que estarse al pie el ñonca el santo día bichando a la
gilada que vota y se va a morfar o a torrar la siesta. Como a la una, picaba el
bagre, lógico, así que lo atajé al Carucha Soto, gomía de fierro y engayolado a
la mesa 327, conchabado como estaba por 500 rupias pa fiscalizarle el sufragio
al bacanaje macrista. ¿Te llegó la vianda?, ¿no te quedó un cacho por ahí? Y al
rato volvió el Carucha con una bandejita envuelta en celofán. Sánguche de mila,
manzana y una cocucha. Es de los fiscales de Sioli, me aclaró. Pa nosotros, el
ingeniero se jugó: arroz con pollo, masita secas y latita de espid pa
mantenernos despiertos, ¿qué tul? No jodás… En serio, Marcial, donde hay mosca
se garpa fetén. Eso sí, no lo andés batiendo por ahí, yo lo fiscalizo, todo
bien, pero no lo voté, ya me conocés, mirá que si se enteran los del club,
después no me dejan entrar. Tranqui, ¿y a quién votaste?, lo apreté. El voto es
secreto, macho, ¿querés mandarme en cana?, se disculpó y lo junó al Pibe
Garófalo, que ya lo escrachaba con la istamátic. ¿Y vos no morfás?, lo espetó. Y
no, mi secretario se da por contento con las Derreefe de anís.
Con la barriga llena, ya era otra
cosa, por más que la tarde se hiciera larga. Abarajar a los que salían con el
troquel en la mano era un yeite facilongo. Disculpe, míster, para la encuesta a
boca de urna de “Voces Fulgurenses”, ¿puede decir a quién votó? Y el quía o la
nami batían la justa. Así que para las cuatro y piquito, este cronista ya tenía
la fija porcentual de cómo venía la mano. Las cuentas cerraban posta: el Manco
primereaba cerca del 39 %, como a 14 puntos del ingeniero porteño. Palo y palo venían en la provincia,
pero mis proyeciones lo daban al gran Bigote de las pampas mínimo 5 puntos arriba
de don Julián Domínguez en la interna oficialista. Los radichas no esistían,
mismo que la Gorda Carrió. El Capo del Tigre, tercero cómodo, le quedaba poco
pa festejar aunque el pituco Solá rondaba los 18 porcentuales en la provincia.
El troscaje, más dividido que muzarella en copetín, con suerte arañaba el 2 % y
el pibe del Caño lo ensartaba al Altamira.
Primicia de alto valor que cotiza
en bolsa, los capos mediáticos manyan que los resultados eletorales en el
barrio de La Testil Argentina son siempre la resultante nacional y provincial,
así que cinco y media empezó a sonar el fono con tapita. Poniendo estaba la
gansa, se les esplicaba, giro postal a cuenta de don Marcial Caminos y mando la
justa.
De vuelta al cotorro, ya entrada
la noche y atajando la gotera del techo, cosa de no creer, pa sorpresa de este
cronista, todos festejaban pa las cámaras de la caja boba. Endemientras la
muchachada hacía malabares acomodando el boleterío kilométrico y contando los
porotos, nomás que con el 5 % de los votos nescrutados, daban risa los
porcentajes que se anunciaban en la tele como fija y posta. La opereta
mediática, troesma en el arte de torcer la noticia, de soplar viento pa borrar
las huellas en el desierto, desconocía los números de “Voces fulgurenses”. Carajo,
¿y pa qué tanto laburo? Así que cacé el fono y lo llamé indinnado al Peluca
García, diretivo de alto medio audovisual. Me atendió una naifa de labia
farabute. Después de insistirle que me pusiera al habla con el capanga, la
dicha me chantó los puntos: dice el señor García que lo disculpe, está ocupado
acomodando la realidá para hacerla digerible.
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