domingo, 2 de febrero de 2014

Plumas Verdes



A prosópito de la marabunta esistencial que hoy zangolotea la espiritualidad dela media mersa argentina, atribulada e insomnie por los biandazos que sacude la cotización del verde guáyinton, mismo que con la desinteresada voluntad de dar un aporte esclarecedor a los madamases de la tesorería de la Patria,  bien que viene a cuento la reunión de la consetudinaria mesa fulgurense de días pasados, ocasión en que, a istancias del Rengo Marinelli, concesionario full del espirituoso bar buffé, reunió a algunos de los de siempre con más un invitado de luxe, viejo asociado fraguado en estas aulas gloriosas cuya erudición en las ciencias económicas lo catapulteó a las grandes ligas de la contabilidad universal.  Me refiero al doctor Santiago Perrota, que justo andaba de paso por el barro natal cuando la gran ola tórrida de enero  y qué mejor ocasión para invitarlo a esponer sobre las cuestión al amparo de la brisa amiga del ventilador de techo, justo arriba de la zabiola de los presentes, más el agregado de los refrescos que a módico precio la Divina Colombres sabe ofrecer.
Dicho y hecho, estaban los que estaban, porque se sabe que en enero Carlitos Mercier le apunta al hotel gremial de los Municipales en la Ciudad Feliz, mismo que el doctor Salvatierra hace provecho de la feria judicial pa escaparse unos días a la costa marítima aunque nadies sabe por qué pega la vuelta a la semana más pálido que merluza fresca y sin haber pisado la arena ni con ojotas. Así las cosas, no faltó el público entusiasta  que colmó la mesa de siempre más otra que se le agregó a la vera.
Pa la ocasión, visto el temario escluyente referido al dólar y haciendo gala de una creativa ispiración, el Rengo Marinelli ofreció un trago de su autoría en base al pepermín frapé junto a otros aditamentos de refrescante licor, todo lo cual, chantado en fina copa, alquiría la tonalidá verdolaga nesaria pal efecto, mismo que los ingredientes copetineros en base a bocadillos de acelga, morrones verdes y pepinitos  al vinagre, tartitas de espinaca y oviamente aceitunas.
Nomás que don Santiago Perrota puso asentaderas, saludó a los presentes con un brindis rantifuso y le puso nombre a la disertación, saber, “Sobre la compra y venta de divisas en Plumas Verdes”. Introito al paso y aclaración nesaria, el tordo de la economía apenas que le había pegado unos sorbos al copeteo cuando arranyó su labia: los investigadores no se ponen de acuerdo, dijo. Es posible que Plumas Verdes se refiera a una localidá en la caribeña Saimartin, caraterizada por una profusa vegetación a tono con el color esmeralda de las aguas que la rodean, hábitat de inumerables variedades de aves, y no faltan especialistas que ubican análogo paraíso en una de las tantas islas brasileras, hogar natural de la afamada “cotorra bocineira”. En mi opinión, la bahía de Plumas Verdes se encuentra a pocos del ombligo argento y no es ni más ni menos que la mismísima y muy bendecida concha de la lora.
Risas nerviudas de los presentes, el Negro Gutiérrez, el de la gomería del Camino de Cintura, sabido de los activos dolarizados que tiene en yantas y cubiertas, se puso más duro que Franquestein: ¿hablamo en serio o en joda, doctor?
Imutable a la inquisitoria pero atento al quejoso, don Santiago Perrota, finiquitado su primer pepermín, rogó por otro y espuso: en la Bahía Plumas Verdes la compra y venta de divisas es más fácil que ju gar a las figuritas. Allí, la libertad de mercado le permite a cualquiera sin condición de religión, raza o nacionalidad, intercambiar monedas. Dólares, euros, yenes, rupias, soles, reales, libras, signos monetarios en uso o en desuso, y oviamente, peso argentino, todo se puede alquirir o vender. Por eso, le recomiendo, señor gomero, que si usté quiere dólares, váyase a la concha de la lora.
Bolonqui en puerta, el Negro Gutiérrez revolió la silla de culata y de dorapa se puso en guardia como en un rinsai, más fulo que ofendido. Tranqui, lo sofrenó el Cabezón Lagomarsino, el tordo es un entendido, hay que escucharlo y después vemos. Eso, dejenlón hablar, trinó de atrás Josefina García, tesorera del glorioso y claramente interesada en el tema.
Como ajeno a la murmuración, don Santiago Perrota le daba la masticatoria de una verde croqueta mientras se empinaba el pepermín. Relojiaba al auditorio endemientras se apagaban los murmullos y después, como junando una golondrina en el techo, labió con claridá meridiana, como anticipándose a la devaluación anunciada días después por Kichilós: en Plumas Verdes cien dólares equivaldrían a una lucarda argenta y así estaría bien fetén pal paisanaje esportador con pretensión desarrollista.  Ahora que, la economía no esiste sin la política y acá, señoras y señores, el problema es la política. El proyeto produtivista en un país como este, con alta concentración y una burguesía parasitaria amiga de la evolución rápida y segura, tiene un límite, como decir, hasta aquí llegamo. O el estado mete fierro y disciplina o se va todo al carajo.
Silencio meditante, el auditoriun pedía más. Pero el tordo se tomaba su tiempo. Se me seca la garganta, alvirtió, mientras se escabiaba con la última gota de pepermín. ¿No hay otro? Enseguida se apronto la Divina con otra copa de elisir refrescante de efecto bien naftero, es decir, como que a don Santiago se le encendió el motor del paroleo y ya no hubo con qué pararlo. Esposición de hondura cavernosa aunque labiada con el vocablo sencillo de la mersa, en hora y media el varón racontó la historia desde los tiempos de Frondizi hasta hoy, y ovio, no dejó títere con cabeza para sacudir a la final la frase matadora: país de imensas riquezas, unidad nacional, diálogo, pacto social, comunidá organizada, distintas palabras pa una misma mierda, damas y caballeros, pamplinas y embustes cuando unos pocos se embuchan el grueso de la torta.
Aplauso cerrado de la mesa que llevó la temperatura a cincuenta grados mínimo. No hay más pepermín, anunció la Divina, nomás queda una copa pal doctor. Hágale al vermú entonces, sugirió el Ruso Urbansky. Para mi una naranjada, se escusó Mariela, la profe de patín artístico, la menta se me subió a la cabeza y medio que veo doble. ¿A mi también me ve doble?, la piropeó el Negro Gutiérrez. A usté lo veo viejo verde, lo sofrenó la piba. Callensén, sacudió Marito, el pibe de la Cámpora, sentado que estaba arriba del billar, el doctor va a seguir hablando.
Y si, don Santiago Perrota ya se había acomodado en la silla, le hacía al último pepermín y se secaba la traspiración en la calva. Está chivando menta, doctor, lo engranó el Cabezón Garófalo. Pero imutable, el ecónomo tiró la pista de lo que vendría: la gran burguesía del complejo financiero, agroganadero e industrial se apresta al asalto final del poder político siendo que este ya no le sirve como garante jurídico de sus negocios. ¿Qué hará la Presi? ¿Se acomodará como para sobrevivir estos dos años y asegurarle al aparato pejotista continuidad vía otras variantes? ¿O estará decidida a trascender en la historia y, llegado el peor caso, morir con las botas puestas?    
Preguntas tiradas al vacío, nadie mejor que el Negro Gutiérrez para cazar la posta: ¿pero y el dólar, doctor, no iba a hablar del dólar? La gente necesita consejos, doctor, así no se puede seguir, nadie sabe cuánto vale.
Como si no lo escuchara, don Santiago Perrota siguió en la suya: la diyuntiva está clara, ¿más estado o más mercado? ¿Disciplinar a las fuerzas sociales o dejarlas hacer? Estado y disciplinamiento requieren medidas que nadie hasta hoy nadie se ha atrevido a implementar salvo para beneficiar a las minorías. ¿No habrá llegado el momento de hacerlo en función de las mayorías? ¿Hay condiciones en la sociedad para dar sustento a una batalla patriótica tan difícil como fueron las guerras por la emancipación? ¿Acaso existen fuerzas sociales y políticas predispuestas a semejante sacrificio? La voz de don Santiago Perrota iba en alza como los precios en el Coto. ¿Dónde quedó el gauchaje samartiniano capaz de pelear a lanza contra el realista? ¿Dónde la herencia bravía del calchaquí? ¿Dónde la callosa garra del imigrante obrero?  Labia potente y entradora, ahora el ecónomo se había puesto en dos patas y le deba manija a la vitrolera, mezcla de sudor y pepermín. ¿Díganme dónde carajo la gloria de nuestra Patagonia rebelde, o la juventú maravillosa de los setenta?  
¿Y el dólar, doctor?, volvió a la carga el Cabezón Lagomarsino con un susurro, pecado que esta vuelta hizo efeto en el disertante. Porque don Santiago Perrota cayó como arrumbado a la silla y nomás lo que atinó fue a preguntar: ¿no hay más pepermín? Vermú, nomás, esclareció la Divina,  ¿Gancia o Cinzano? Del morocho con ferné y una escupida de soda, se definió el tordo. Marche un Cinzano completo, pero siga, dotor, no le haga caso a los especuladores, lo alentó el Rengo Marinelli.
Olvídensen del dólar por un rato, siguió el varón, jeta como de resinación. Estamos frente a la diyuntiva fundamental, y es que cuando las corporaciones se aprestan a tomar el poder por asalto, justamente lo que quieren es que pelotudos como ustedes piensen nomás que en comprar cien o docientos verdes. Despiértensen, giles, gilastrunes, tirifilos.
Momentito, saltó el Negro Gutiérrez, más respeto. Más respeto un carajo, chuzió de nuevo don Santiago Perrota mientras hacía volar silla para ponerse de pie, es la hora de poner fierro y candado al capital, nada de hablarle al corazón ni andar rogando mesura como hace ese Capitanich, capitán de bote viejo, señores, capitán de morondanga, hora de sacarle los silos a los garcas sojeros, de nacionalizar el mercado esterior, de encanutar especuladores, cadena perpetua pal arbolito, mierda, pal acaparador, ni clemencia al negrero, al formador de precios, y al que no le gusta, que se vaya a Plumas Verdes que ya nos vamo a arreglar.
Tranquilo, doctor, le va dar el soponcio, se introdujo Marito, callado hasta aquí. Hágale al vermú, lo aconsejó la Divina, así le baja el pepermín. Tranquilo una mierda, siguió don Santiago Perrota, ellos se vienen con todo y hay que responderles igual, antes que nos lleven puestos. Preferible morir peleando como nuestros gauchos a languidecer en la historia como una frustración de las tantas. Permiso, se disculpó nomás que para hacerle un trago al Cinzano, y siguió: hay que convocar a todos pa hacer grande la gesta emancipatoria, no basta con la Presi salga a hablar, tiene que mover a todo el paisanaje, incluyendo giles como ustedes.
No insulte, doctor, acá también hay gente dispuesta a acompañarlo, recuerde que somos herederos del gran Ismael Celentano, nuestro faro luminoso fulgurense, lo aplacó el Ruso Urbansky.  Eso, ratificó el Rengo Marinelli. Minga, apostofró el tordo, si el gran Celentano se levantara de la tumba, se volvería a acostar nomás de verlos.
Calma, correligionarios, saltó el Cabezón Lagomarsino, que se doble pero no se quiebre. Calma nada, chilló el Negro Gutiérrez, desde que llegó que don Santiago me está tratando de gil. ¿Y qué?, ¿no sos un gil?, ¿sos inteligente, sos?, ¿desde cuándo?, se introdujo el Pibe Marito. Cuidado las copas, no muevan la mesa, rogó la Divina mientras el Rengo la esclarecía: te dije que el pepermín se les iba a subir a la monchola.
Bolonqui en puerta, hasta los mudos labiaban, como el Checho Maldonado, secretario del glorioso, sin activos en dólares pero con ganas de tenerlos desde que cobró el retroativo de la jubilación, según dijo, ¿qué hago con la guita, dotor? Compre remedios a cuenta, de seguro los va a necesitar, lo aconsejaba la Turca Bassur, de la Comisión de Damas, mientras el don Marcos Garabaglia lo intimaba al Ruso Urbansky  pa que le devolviera los docientos pesos que le prestó vez pasada según cotización dólar Casa de cambio El Cedro y no Banco Nación, que es una mentira, decía con la calculadora en la mano, que vamo a redondearlo a quince pa la compra, o sea. Calma, muchachos, calma, rogaba el Rengo Marinelli, la noche está en pañales. Muchachos y muchachas, no sea machista, lo corregía Josefina García. Y así de corrido, don Santiago Perrota le hacía al último morroncito verde al aceite y ajo en una rebanada de pan. Espetacular, una delicatesen, señora, igual que usted, elogiaba a la Divina, que lo retribuía con la risa pícara de siempre: se nota que don Santiago tiene clase.
Lo que empieza, termina tarde o temprano, es una ley dialética de la naturaleza, sabe explicar el doctor Salvatierra. Y sí. Cada uno en su silla, por favor, silencio, ya está, tranquilos, así, eso, ordenó Marinelli, siempre atento a mejorar el rinde, por favor, respetemos a nuestro invitado, ¿otra vueltita de vermú?  Nadies. Nomás don Santiago Perrota: pa mi otro morocho pero sin ferné, con un chorrito de soda y hielo.
Silencio inestable como el ventilador del techo. ¿Cuándo van a poner un esplí?, se quejó la Turca Bassur, esto tira viento como aliento de oso. Más silencio. Y la voz del Negro Gutiérrez, sedutora pal caso tratándose de Mariela, la Pipi: calladita la joven, ¿qué opina de todo esto?
Bombón escosés, un Escania con acoplado, la profe de patín se escusó : yo no entiendo de política, pero para mi, el dólar es muy, muy importante, es más importante que el peso.
Pa ser justos, nadies jamás le ha pedido a la Pipi que sepa de filosofía, de historia ni de economía. Nomás que un osequio pal ojo masculino, siempre atento a la ondulante perspetiva  de la escultura glutia, ni falta que hacía el comentario de don Santiago Perrota: ¿Y a esta boluda de dónde la sacaron?
Salta violeta de nuevo pal Negro Gutiérrez, mandado a hacer pa defender a naifa de tanto quilate, no le permito que trate así a la señorita. Tranquilicenlón, se apuró Lagomarsino.  ¿Pero a quién? ¿Al Negro o al tordo? A los dos, chantó Josefina García, se van a ir a las manos. Mire cómo llora la Pipi, pobrecita, trinó la Turca Bassur. Mejor que ni aparezca el novio, que es profe de taicuondo, esageró el Ruso. Si van a peliar, váyanse afuera, se impuso el Rengo Marinelli, y final a la marchanta, se cierra la canilla, no hay más tragos pa nadies, sacudió la Divina Colombres.
Silencio meditante, don Santiago Perrota se puso de pie como pudo, es decir, medio que agarrándose de una silla hasta encontrarle el punto de equilibrio. Se persinó pa saludar al auditorio y agradeció el convite: muy rico todo, dijo, lástima estar rodiado de tantos giles, ya los quiero ver cuando vuelvan los liberales, ni en Plumas Verdes van a conseguir laburo.
Y así que lo dijo, dos horas de ispirada disertación con más remaches medios groseros pal gusto de algunos, le apuntó a la puerta como de coté, pifie seguro si alguien no lo enderezaba, que fue el Marito, el de la Cámpora. Por aquí, profe, lo orientó, usté si que sabe. Gracias, pibe.
Silencio sepurcral de remate, hay que garpar los tragos. ¿Cuánto es, Rengo? Pongansén de acuerdo, ¿en peso o en dólar?, la voz de la Divina Colombres.      

      

     




  

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