¡Me cache
en die! El tipo, noventa pirulos y más, cazó el bufoso, se mandó a la ANSES y
se pegó el corchazo endelante de respetable público. Andá a saber las cosas que
le pasaron por el marulo para apilarse a ese final. Pero lo cierto es que no
eligió la rambla marplatense de proscenio, ni una escollera de la Perla, ni la
puerta de Los Gallegos ni mucho menos la zapie donde vivía. No. Eligió la
Anses, justo cuando el ajuste del gobierno le viene pegando un cross a los
jubiletes. Es posible o casi seguro que algo haya querido trinar con el último
suspiro, no ostante lo cual, pal cerebro de los mandamases y mediáticos, el
abuelo andaba fulo y depre, piantado, qué se yo, y sarepe una vergüenza propia
de los kirrneristas, atribuirle al suicidio una connotación política.
Parece
joda. Cuando un dobolu marca cañón sacudió una bengala en Cromagnón y pegó un
incendio machazo, el escándalo garpó fetén pa finar al intendente de la capi y
darle pase al ingeniero Macri. Cuando un motorman copeteado estrelló el tren en
el Once, desfilaron funcionarios a carradas con sentencia firme de criminales.
Cuando el ruso Nisman se sacudió el cuetazo en el derpa de Madero pa
anticiparse al escandalete de sus chanchullos, se plantó la fija del asesinato
por encargo de la señora y todavía están tras la pista del hombre invisible que
lo fajó, presunto iraní o venezolano. Y ni hablar de la pobre Carolina Píparo,
aquella que perdió al hijo en la salidera bancaria, víctima de la inseguridad
kirrnerista, hoy en el trampolín mistongo de Cambiemos. Todas tragedias, o
decisión personal pal caso del fiscal corrupto, que se amucharon al chow de la
política pa que lo manye la gilada anti-K.
Claro que ahora, el salute postrero de Rodolfo
Estivill en una escalera de la Anses, justo ahora, es nada más que eso. Un
decir Adiós, che. Un decir me espianto y hasta más ver. Y es posible que así
sea. Pero no rompan las pelotas los que hicieron de las tragedias, un serrucho
oxidado de sus políticas.
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